martes, septiembre 04, 2012

El fuero militar



El fuero militar
María Teresa Jardí

Artículo # 1:
En situaciones normales y también en las anormales las violaciones a los derechos humanos de los civiles deben ser juzgadas por jueces civiles, incluso por el miedo que representa para las víctimas y para los familiares de éstas denunciar y litigar en los tribunales militares. Y más aún cuando de delitos brutales se trata como la desaparición forzada de personas o de ejecuciones extrajudiciales y a estas alturas está claro que también es injusto que los parientes de víctimas consideradas “daños colaterales” tengan que enfrentarse a los responsables en un lugar que puede resultar adverso. Pero menos se vale que cuando elementos del Ejército están siendo juzgados o han sido condenados por violaciones a los derechos humanos de los civiles se les permita recurrir a la Corte buscando ser perdonados y logrando, a base de trampas disfrazadas de legales, evadir la justicia, porque en el fondo los que viven como reyes cobrando salarios inmorales, en tres los poderes, acabados, saben que son también responsables de los crímenes impulsados por la guerra declarada, para legitimarse, por otro usurpador impuesto por el mismo tribunal que la dictadura ha legalizado en México.
Elementos del Ejército nacional han cometido violaciones brutales en contra de civiles, antaño por órdenes de presidentes impuestos por consenso, que no por elección, de la mayoría que no aspiraba a que el PRI dejara de ser gobierno. La democracia por años no era la que organizaba a los diversos sectores de izquierda como unión en la búsqueda del mejoramiento en los cambios sociales. Y la derecha panista, queda claro que en sus dos únicos postulados de lucha, mentía. Ni la democracia le ha importado nunca al PAN y menos aún le importaba el bien común frente al dinero que deja el entreguismo y la corrupción que como sistema hoy aquí impera.
El fuero militar establecido en la Constitución, tan mancillada hoy, no fue un capricho de un Constituyente comprometido con las mejores causas al punto de habernos dado el 5 de febrero de 1917 a los mexicanos la Constitución más avanzada, en ese tiempo, del mundo. Consignando en la misma tanto las garantías individuales. Lo que, muchos años después y luego de una guerra brutal: la segunda mundial, la que con 20 millones de muertos pasara a la historia de la ignominia de la humanidad, representantes de las naciones del mundo se verían obligados a consignar en la Declaración de los Derechos Humanos, firmada en París, por los países parte, el 10 de diciembre de 1948.
Constitución, la nuestra, que también consagrara los derechos sociales y en particular los laborales. Constitución violada y prostituida que hoy sólo puede renacer desconociendo sus reformas y dándole vigencia de nuevo en sus términos en tanto otro constituyente representante del pueblo mexicano refunda de nuevo la República.
La existencia de cada institución tiene un porqué y un cuándo. Pero no se puede desaparecer el rearme ético de las instituciones sin que el pago para los pueblos sea el derramamiento de su sangre. Lo que el sexenio de Calderón deja en claro. Esto sería alarmante si nuestros problemas no rebasaran con mucho la mediocre existencia de quien llegó usurpando y quien en todo momento fue un traidor entreguista y quien acaba como un genocida que debe ser juzgado por los delitos de lesa humanidad cometidos sin tregua, a cambio de una legitimación que nunca llegó, porque lo ilegal, aunque se legalice, no tiene legitimación posible.
He seguido los debates a través de Canal de la Corte. Y la opinión que empiezo a compartir con ustedes no sería la misma, posiblemente, en situaciones normales de convivencia civilizada en nuestro país. Pero México enfrenta un intervencionismo total de los yanquis que nos debiera llevar a aspirar a volver a tener un Ejército nacional al lado del pueblo.
De cumplimiento obligatorio es el mandato contenido en la sentencia de la Corte Interamericana en el caso Radilla. Lo que comparto y me parece correcto. Pero difiero por lo que toca a la manera disfrazada con la que los ministros, en el fondo, están aboliendo del todo el fuero militar. (Continuará)

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