¿Cooperación o entreguismo?
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
A 10 días de los incidentes ocurridos en la localidad de
Huitzilac, Morelos –donde elementos de la Policía Federal agredieron a tiros
una camioneta diplomática en la que viajaban dos agentes estadunidenses y un
oficial de Marina–, la titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE),
Patricia Espinosa Cantellano, sostuvo que la relación bilateral entre México y
Estados Unidos no ha sido afectada por ese episodio, y celebró que los
casos complicados –entre los que incluyó también la operación Rápido
y Furioso–, que en otro tiempotendían a convertirse en crisis generalizada en
la relación, se resuelven ahora con base en la cooperación y la apertura entre
las autoridades de ambos países.
A renglón seguido, Espinosa Cantellano justificó la
presencia de elementos estadunidenses en territorio nacional, la cual,
indicó,tiene que ver con la cooperación con Estados Unidos en materia de
seguridad, un rubro importante en nuestra relación bilateral.
Es significativo que los sucesos aludidos ayer por la
canciller para ilustrar lamadurez y la apertura de la relación
bilateral –el ataque en Huitzilac y la operaciónRápido y Furioso– sean dos de
los botones de muestra más sólidos de la creciente injerencia política,
policial, militar y de inteligencia de Washington en nuestro país, la cual ha
sido documentada de diversas maneras: desde los cables diplomáticos filtrados
por Wikileaks, y difundidos por La Jornada, hasta las
versiones periodísticas –publicadas inicialmente por este diario y confirmadas
por medios estadunidenses– de que los funcionarios estadunidenses atacados el
pasado 25 de agosto no eranempleados de la embajada de Washington, como se
señaló en un principio, sino agentes de la CIA.
Así pues, la titular de la SRE hace un flaco favor a la
administración a la que pertenece al exaltar una cooperación bilateral que, en
todo caso, ha dado pie a situaciones a todas luces anómalas –la operación de
agentes extranjeros en territorio nacional– y a prácticas abiertamente
ilegales, como el abastecimiento de armas a las organizaciones criminales en
México mediante Rápido y Furioso y Receptor abierto, o las
operaciones de lavado de dinero efectuadas por la DEA en el supuesto marco de
acciones de inteligencia.
En un contexto de plena normalidad institucional y
vigencia del estado de derecho, esas y otras situaciones habrían derivado, si
no en episodios de crisis generalizada en la relación, sí al menos en
reclamos inequívocos y enérgicos del gobierno mexicano al estadunidense, y en
la correspondiente revisión a fondo de los ejes rectores y la dinámica de la
relación bilateral. En el México actual, sin embargo, la falta de roces
diplomáticos con Washington no deriva precisamente de los buenos oficios de la
presente administración federal, sino de su falta de voluntad para reaccionar a
los diversos abusos, intromisiones y presiones injerencistas de los emisarios
de la Casa Blanca en nuestro país.
Tanto más grave resulta que esa circunstancia, contraria
a la soberanía nacional y a los preceptos constitucionales vigentes, haya sido
alentada y promovida por el propio gobierno federal y ahora, para colmo,
pretenda presentarla como parte de la normalidad institucional, e incluso como
un componente deseable de la relación bilateral, como quiso hacerlo la titular
de la SRE en su discurso de ayer: dicha actitud no sólo exhibe el espíritu de
sumisión y entreguismo que ha caracterizado a la administración federal
saliente, sino erosiona el imperio de la legalidad y el orden constitucional en
el país.
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