Congruencia y unidad, la
clave
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
En el colmo del cinismo, la Coparmex llamó a los diputados a dejar de lado
“mezquindades y cobardías” y aprueben la reforma laboral, “en conciencia,
anteponiendo la idea de un México competitivo a los prejuicios ideológicos y los
intereses particulares o de grupo”. Vale preguntarse: ¿cuándo, los dirigentes
del organismo empresarial, han demostrado actuar sin anteponer sus intereses
particulares y de grupo? ¿No es por eso mismo que quiere, a toda costa, que los
legisladores saquen adelante una ley absolutamente lesiva a los trabajadores?
Mezquindad es pretender apretar aún más el cuello a la clase trabajadora, de
por sí afectada por una creciente pérdida del poder adquisitivo del salario, a
extremos que no tienen parangón con ningún otro país latinoamericano, de
acuerdo con la Cepal. Afirma la Coparmex: “Los principales beneficiarios de una
reforma laboral en el sentido correcto son los propios trabajadores: con ella
es posible construir un gran acuerdo entre la sociedad civil y los
representantes populares, en favor de México”.
No lo ven así abogados laboralistas y analistas preocupados por los niveles de
explotación que se han alcanzado en nuestro país, situación que ha sido una de
las principales causas de la terrible descomposición del tejido social.
Aprobarse una reforma como la que presentó Felipe Calderón, como regalo de
despedida al pueblo, equivaldría a retroceder a los tiempos del porfiriato,
cuando los asalariados carecían de mínimos derechos laborales y humanos.
Por eso es preciso insistir, cuantas veces sea necesario, que la izquierda
tiene la responsabilidad histórica de impedir la aprobación de esta reforma
fascista. Actuar como un bloque irreductible en este tema, sin hipocresías ni
componendas que comprometan el éxito de la lucha contra esta legislación. En la
respuesta que den a este asunto, se verá qué tantas posibilidades tiene de
consolidarse el Frente Parlamentario Progresista que acaba de constituirse.
Bajo ningún punto de vista tendría justificación que comenzaran con dobleces,
al estilo Los Chuchos, o peor aún, con traiciones como la cometida por Rosario
Robles.
Sería el fin del movimiento progresista que algunos de sus dirigentes
comenzaran a mostrar una actitud “negociadora” para demostrar que son parte de
una izquierda “moderna”. Debe quedar muy claro que los principios no se
negocian, que una cosa es el respeto y otra muy distinta la pérdida de la
dignidad. Por eso es tan importante para la derecha doblegar a Andrés Manuel
López Obrador, pues una vez que demostrara algún interés por “negociar”, por
mínimo que fuera, la jauría mediática se arrojaría contra él para liquidarlo.
En este sentido, es claro que pierde su tiempo Enrique Peña Nieto al mostrar su
disposición a “dialogar” con López Obrador, “siempre y cuando reconociera su
derrota en las urnas”. En el momento que actuara de ese modo, como quisieran
quienes se dicen de izquierda y critican al político tabasqueño por su firmeza,
estaría perdido no sólo él, sino el Movimiento Progresista en su conjunto al quedarse
sin un liderazgo con una real autoridad moral. No es una cuestión de terquedad
y falta de sentido común mostrar firmeza ideológica y de principios, sino de
congruencia y lealtad a la sociedad mayoritaria, y sobre todo a quienes
emitieron su voto por López Obrador.
De ahí la importancia de no perder de vista el imperativo de la unidad, y más
aún la obligación de no dar margen a “negociaciones” espurias, a “diálogos” que
sólo tienen una finalidad: corromper y dividir. Es plausible la actitud de
Manuel Bartlett, quien no obstante su pasado, ahora está actuando con
patriotismo encomiable, en contraposición con oportunistas como Graco Ramírez,
con toda una vida de militancia “izquierdista”. No es poca cosa que Bartlett
exhorte a la izquierda a actuar como firme oposición a la política neoliberal,
y que no se acepte el fallo del Tribunal Electoral, “porque fue una de las
elecciones más sucias, y nos mantendremos en esa posición”.
Tal posición irreductible debe mostrarse en torno a la iniciativa de reforma laboral,
pues en el momento en que hubiera signos de aceptación a la misma, por mínimos
que fueran, en ese instante la izquierda estaría perdida. Esta legislatura debe
significarse, históricamente, por ser la que demuestre una unidad a toda prueba
de la fracción de izquierda o progresista. Sólo así será posible avanzar en el
mar de lodo en que está metido el sistema político, no sólo porque así lo
quiere la oligarquía para tener un mejor control de la clase política corrupta,
sino porque la izquierda misma perdió el rumbo por tanto oportunista en sus
filas.
Quienes están equivocados son aquellos que dicen que López Obrador está
actuando mal, al mostrar su firmeza. En el momento que comenzara a actuar con
dobleces, no sólo lo harían trizas los medios, sino que se quedaría solo, sin
autoridad moral, su principal capital político.
(guillermo.favela@hotmail.com)
jueves, septiembre 06, 2012
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