Julio Hernández López
Astillero
El pretexto de lo exhaustivo
Izquierdismo encumbrado
Cumpleaños y amenazas
Ni rápido ni furioso: la izquierda electoral encumbrada
en días pasados en Acapulco lo que demanda es que el resolutivo declaratorio de
que Enrique Peña Nieto es el presidente electo no se produzca de manera
acelerada ni precaria.
Ni movilizaciones ni enojos (vaya, ni siquiera una
cumplidora denuncia enfática de las múltiples irregularidades, varias de ellas
susceptibles de tipificación delictiva, que el candidato presidencial López
Obrador ha presentado públicamente). El izquierdismo encumbrado lo que desea es
que el tribunal electoral federal cumpla, sobre todo, con el principio jurídico
de la exhaustividad. Es decir, que técnicamente los magistrados enriquistas
demuestren haber abordado y analizado por completo los diversos puntos de
impugnación presentados y que, por tanto, la resolución sea modelo de pulcritud
formal, ejemplo de limpidez procesal, con suficientes copias certificadas y
muchos sellos y firmas sobre los textos protocolariamente justificatorios de
que esa izquierda impaciente ya pueda sentarse de manera abierta a negociar
reformas y pactos con el PRI y con el ya para entonces impecable presidente
electo de origen mexiquense.
Véanse los apacibles términos de esa rendición disfrazada
en la Declaración Política de Guerrero, que el pasado jueves firmaron en
Acapulco los principales dirigentes de PRD, PT y Movimiento Ciudadano ( http://bit.ly/P7XdgR ), así como
gobernadores electos y en funciones y los coordinadores legislativos del sol
azteca. El apartado 2, que habla sobre La decisión del Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación, ni siquiera se atreve a asumir como
propias algunas de las denuncias que han presentado AMLO y Ricardo Monreal,
mucho menos las protestas públicas contra la imposición de un candidato
comprador de resultados.
Simplemente se solicita que se cumplan con puntualidad
los requerimientos que obviamente habrán de dar por descontados los magistrados
del TEPJF (ni modo que en su sentencia acepten que actúan de manera facciosa y
haciendo a un lado pruebas y evidencias). Un mero pretexto desde la cumbre de
las izquierdas para alegar desde las montañas guerrilleras del papeleo
legalista si es que no se cumplen a su satisfacción esas exigencias de exhaustividad,
mientras en las planicies urbanas continúan los ya muy avanzados arreglos de
aceptación de Peña Nieto y abandono de López Obrador.
En otra pista del gran circo nacional: aun cuando la más
memorable de las sumas adjudicables a su vida se refiere a cruces mortuorias y
no a velitas de pastel, Felipe Calderón se organizó una fiesta de cumpleaños en
Los Pinos, en tan flagrante uso y disfrute de recursos públicos que sufrió un
súbito pudor contable e hizo correr la versión de que algunas de las
provisiones comestibles y bebestibles consumidas en esa celebración de medio
siglo habían sido aportadas por secretarios del gabinete felipista y
gobernadores (sin precisar montos ni demostrar que a su vez tales
contribuciones no hubiesen provenido de otras arcas públicas).
En esa pachanga con 300 invitados (aunque esta vez no
estuvo Enrique Peña Nieto, como el año pasado, cuando se le hizo a FCH una
fiesta sorpresa en los jardines de Los Pinos al regreso de sus
vacaciones por el Caribe), el michoacano en vías de dejar el poder reveló que
en 2007, luego que había detonado la llamadaguerra contra el narcotráfico,
tuvo una amenaza de atentado contra el avión en el que viajaría, aunque no dio
mayores datos del asunto. Decidido a volar, previa consulta con militares y
cuerpos de seguridad, grabó en el aire un mensaje dirigido a sus hijos, por si
las amenazas se hubiesen materializado.
Dos colaboradores de Calderón, que sí murieron en
accidentes aéreos rodeados de múltiples especulaciones, serán homenajeados de
manera excepcional en los patios de la Secretaría de Gobernación, donde serán
instalados sendos bustos realizados con cargo al erario. Juan Camilo Mouriño y
Francisco Blake tendrán como compañía metálica a Carlos Abascal, quien estuvo
al frente de las oficinas de Bucareli pero no durante la administración
felipista, como los dos primeros, sino en la parte final del sexenio encabezado
por Vicente Fox.
El reconocimiento no solamente es excepcional sino, sobre
todo, exceptivo, pues exceptúa a todos los secretarios de Gobernación del
periodo priísta (en el cual, sin entrar al terreno de las valoraciones éticas,
hubo personajes de marcadas habilidades para servir al sistema, que estaban muy
por encima de los ahora panistamente seleccionados) e incluso a los que
llegaron a ocupar Gobernación con el mismo FCH pero que no murieron de manera
trágica, como sí sucedió con Mouriño y Blake (aunque, oficialmente, por
accidente, lo que no debería generar pretensiones de rememoraciones épicas,
como sí sucedería si las muertes hubiesen provenido de atentados cometidos por
fuerzas adversas a la pretendida epopeya contra las drogas) o como el foxista
Abascal, que murió de enfermedad y al que se busca canonizar.
Y, mientras el cardenal Norberto Rivera ha viajado a
Saltillo para bautizar a una hija del ex gobernador Humberto Moreira (quien
dice que en algunas encuestas aparece como puntero para buscar la presidencia
municipal de esa ciudad capital), entre protestas a la puerta de la iglesia, e
incluso una manta en el interior de ésta, por desapariciones y violencia en
Coahuila, donde reinan la inseguridad y la impunidad, y en tanto la Secretaría
de Hacienda dice, ¡ay nanita!, que la inflación no debe preocupar, ¡hasta
mañana, con otros hermanos encaramados en el poder: Ricardo Duarte Jáquez,
hermano del gobernador de Chihuahua, fue electo por unanimidad rector de la
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, al lamentable y abusivo estilo de los
priístas conversos al panismo que en Tlaxcala ocupaban cargos similares años
atrás, es decir, Héctor Ortiz como gobernador y su hermano Serafín como rector
de la Autónoma de esa entidad!
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