El accionista
mayoritario
María Teresa Jardí
Se podría decir que la novela policiaca se ha convertido en un medio de
referencia para entender la importancia que el cambiar el rumbo del desarrollo
de las sociedades tiene en la conquista de una real y verdadera vida digna para
los todos los integrantes de los pueblos.
No el único medio al que se debe poner atención, por supuesto, ahí está la
historia que no debe ser olvidada y la filosofía que vuelve a ganar vigencia.
Pero de manera novelada entiende la mayoría mejor las cosas y por eso se
mantienen tan caros los libros, impidiendo el acceso a los mismos de la inmensa
mayoría y por la misma razón se ha bajado la educación escolarizada al punto de
encontrarnos hoy convertidos, los mexicanos, en el mejor de los casos en
analfabetas funcionales, la mayoría, en el peor, en analfabetas a secas. Seres
que alcanzan a leer, algunos. Pero no entender lo que lee la inmensa mayoría.
De ahí la necesidad de recobrar esa pasión por la lectura incluso como una
manera de soñar en lo fácil que sería la construcción de un mundo incluyente
donde todos tengamos cabida simplemente empezando por compartir nuestras
lecturas. Tiene lo suyo la novela y en particular la que desde hace ya unos
cuantos años en Europa se escribe a manera de denuncia y también de alerta
preventiva. Alerta preventiva, no escuchada por ahora, pero sin la cual quizá
peor aún andarían las cosas, seguramente sin esa también denuncia
aleccionadora.
Petros Márkaris, hay que sumarlo a Henning Mankell, como lectura también
obligatoria. Autor griego que adelantaba mucho de lo que hoy pasa en su país
con su saga imperdible sobre el comisario Jarito. En El accionista mayoritario,
su cuarta novela de esa saga, publicada por Tusquets editores en 2008, Márkaris
nos conduce a la enseñanza final de que, a final de cuentas, la telebasura
tampoco cuenta si se queda sin sus amos, que son los accionistas mayoritarios,
es decir, los empresarios, que le pagan por la publicidad de sus productos que
son comprados por el resto convertidos en consumidores natos. Sin la publicidad
simplemente se convierten en nada los medios masivos de comunicación. Y de ahí
la importancia de la publicidad gubernamental, debidamente legalizada y
transparentada, que como reforma tendría que venir también para la prensa
escrita que también de la publicidad necesita como medio de subsistencia. Antes
se hablaba y escribía mucho de esto. Pero ahora ha quedado de lado el tema
aunque lejos se encuentre de estar agotado.
La respuesta airada de los empresarios, con relación a los “ataques”,
controlados y lo más probable es que decididos de común acuerdo entre el
gobierno y el dueño de Soriana, es obvio que mucho tienen que ver con la
afectación a los amos de las cadenas expendedoras de telebasura, que aquí
quisieron imponer, con una prepotencia sin límite, al nuevo “presidente” el 1
de julio. Cadenas al servicio de la empresa que se empieza a preocupar porque
“lo que no se anuncia no se vende”.
Ataques que se dan en la novela, por cierto, por la ultraderecha que en
psicópata se convierte luego de haber sido entrenada para torturar al servicio
de la dictadura. Como aquí sucederá de no limpiarse la elección del pasado 1 de
julio.
Que no se hagan ilusiones los empresarios de que, si el TRIFE impone a Peña,
ellos ganan. No importa lo que tengan negociado. Sus consumidores somos los
otros. Con la imposición perdemos todos. Ya no se trata ya ni siquiera de que
limpiando y con las cifras correctas se demuestre que el voto mayoritario —no
comprado— fue para AMLO. No. Ya no se trata de eso. Se trata de limpiar la
elección lo suficiente para que México pueda escribir una historia por otros
derroteros menos terribles y eso pasa de entrada por la invalidez de la misma.
Pero esa invalidez es también lo menos caro de lo terrible que está por venir,
también para los empresarios, si el TRIFE impone a Peña.
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