Vital derrotar la imposición
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
Es preciso insistir en que el futuro del país dependerá del resultado de la
reciente elección presidencial. Si el grupo en el poder se aferra a su proyecto
antidemocrático y depredador, imponiendo a Enrique Peña Nieto “haiga sido como
haiga sido”, los seis años del calderonato serían un juego en comparación con
la ingobernabilidad que se generaría con tan desafortunada terquedad. No es que
pretenda ser un arúspice, al hacer tales comentarios, pues en realidad son
producto de un sentido común elemental.
Peña Nieto llegaría a Los Pinos con el propósito de concluir un programa
iniciado hace tres décadas, no a corregir el rumbo que se ha seguido en contra
de las clases mayoritarias. La “mano negra” que lo mueve considera que si no
logran ahora ese objetivo después será más difícil. De ahí que los dirigentes
del PRI no hayan reparado en gastos, ni en descrédito, con tal de regresar a la
casa presidencial. Lo importante es llegar, aun a costa de un conflicto
postelectoral que seguramente irá creciendo a medida que pasen los días y las
semanas.
Cabe asegurarlo porque habría una confrontación inmediata entre la ciudadanía y
el Ejecutivo, debido a que sus intereses son absolutamente divergentes. La
sociedad en su conjunto quiere un cambio de fondo en el modo de conducir al
Estado, dado que Felipe Calderón lo llevó a su total descrédito, no sólo por la
violencia extrema que propició, sino por la impericia en la conducción de las
instituciones, que ha demostrado hasta en detalles que parecen sin importancia,
como por ejemplo citar a Los Pinos, días antes de la elección, a Leonardo
Valdés Zurita, el cuestionado consejero presidente del Instituto Federal
Electoral (IFE).
Como todo parece indicar que la elite oligárquica que conduce a Peña Nieto no
quiere despojarse de su soberbia, no queda más que esperar días de graves
confrontaciones, que irán subiendo de tono en la medida que se pongan en
evidencia las verdaderas intenciones del grupo que le da cuerda al ex
gobernador mexiquense. Estas no son otras que completar el proyecto neoliberal
en lo que concierne al total usufructo de Pemex por capitales privados. Es la
joya de la corona y no descansarían hasta poseerla, junto con todos los negocios
que se pueden hacer en la Comisión Federal de Electricidad y en el sector
minero.
Aun cuando en el mundo el neoliberalismo está siendo cada vez más cuestionado,
aquí los salinistas pretenden tenerlo vigente contra viento y marea, al fin que
para ello contarían con el total apoyo de la Casa Blanca en Washington. De ahí
la terquedad en llevar a Peña Nieto a Los Pinos, sin importar los costos para
el pueblo, que seguramente serán cuantiosos en todos los aspectos, una vez que
se desatara la represión contra las manifestaciones de protesta por las
políticas antidemocráticas que pondría en práctica una vez sentado en la silla
presidencial.
Porque no perdería el tiempo, seguramente, como lo hizo Calderón al centrar
toda su labor gubernamental en su fallida “guerra” contra el crimen organizado.
Los salinistas, más pragmáticos y “visionarios”, pondrían en marcha su programa
neoliberal aún pendiente, comenzando por una reforma hacendaria que castigue
por parejo a las clases medias, al imponer IVA a medicinas y alimentos. Luego
seguiría con políticas públicas satisfactorias a la oligarquía, con el fin de
demostrar su buena disposición a negociar con miras estrictamente
mercantilistas.
Por eso es fundamental evitar que se consume un nuevo fraude, que lo es a
partir de que se hizo manifiesta una inequidad absolutamente ilegal, misma que
el IFE fue incapaz de frenar oportuna y satisfactoriamente, incluso antes de
iniciarse formalmente la campaña electoral, cuando el PRI comenzó a manejar las
encuestas con una finalidad propagandística, así como los medios electrónicos
de manera por demás inequitativa.
Si para Calderón fue una carga muy pesada la ilegitimidad que llevó todo el
sexenio, para Peña Nieto sería mucho peor, porque cargaría también con el
antecedente del panista y con el de su padrino, Carlos Salinas de Gortari,
quien usurpó el poder con el fin de consolidar el modelo neoliberal que tanto
daño ha hecho al país. ¿Acaso México no se ubica en este momento entre los
países con menor crecimiento en América Latina? ¿No es uno de los más
desiguales y más violentos del orbe? ¿No es el único país productor de
hidrocarburos que importa gasolinas y cuya empresa petrolera tiene pérdidas en
vez de ganancias?
De consumarse el fraude, nos esperan a los mexicanos largos días de agonía,
incluso más dramáticos que los de la “guerra” de Calderón. A propósito, ¿no es
muy extraño que la terrible violencia en las calles de antes de las elecciones,
ahora de pronto ya no exista? Es obvio que Calderón ya no tiene necesidad de
mantener a la ciudadanía aterrorizada. Ahora el principal interés, de éste y de
Peña Nieto, es aquietar las aguas, dar la impresión de que la sociedad está
contenta con el “cambio”, y que la normalidad democrática ya no está en riesgo
una vez derrotado Andrés Manuel López Obrador.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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