La megamarcha
John M. Ackerman
Todo parece indicar que más mexicanos
repudian a Enrique Peña Nieto que los que lo apoyan. Absolutamente nadie
festeja en las calles su aparente triunfo. Al contrario, ríos de jóvenes han
salido a expresar su rechazo a laimposición de un nuevo presidente que
pretende desandar los pocos avances que hemos construido en materia
democrática. Más personas participaron en la megamarcha este sábado que en el
cierre de campaña de Peña Nieto hace dos semanas en un Estadio Azteca lleno de
acarreados. Si el candidato priísta finalmente es avalado como presidente
electo por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF),
su mandato promete ser uno de los más débiles y cuestionados de la historia.
Es falso que los que votaron por Peña Nieto
representan un nuevo México que buscaría modernizar la política nacional. Son
elocuentes los resultados de la encuesta de salida del periódico Reforma,
una de las pocas fuentes en que podemos confiar ya en la materia. Entre los
ciudadanos que votaron por un cambio, Andrés Manuel López Obrador ganó a
Peña Nieto por 13 puntos porcentuales. Entre aquellos que votaron por el más honesto,
López Obrador tuvo una ventaja de más de dos a uno sobre el priísta.
El cada vez más amplio grupo de votantes independientes,
sin afiliación partidista, prefirió a López Obrador que a Peña Nieto por nueve
puntos. El candidato de la izquierda también fue favorecido por el voto de los
ciudadanos que cuentan con educación superior (39 por ciento frente a 29) y
media superior (37 frente a 33). Los jóvenes también prefirieron al candidato
de la izquierda por pequeño margen.
En contraste, la base electoral de Peña Nieto
fue entre los sectores más marginados y vulnerables del país. Recibió 48 por
ciento de la votación de los ciudadanos que únicamente cuentan con educación
primaria, 44 por ciento en las zonas rurales y 40 por ciento entre los votantes
mayores de 50 años. También fue favorecido por 63 por ciento de los votantes
cuya razón principal para escoger candidato era que siempre vota por ese
partido.
Paradojas de la vida. Resulta que fue la prole, tan
vilipendiada por la hija de Peña Nieto, la que a la postre daría el triunfo al
PRI. Mientras, los sectores demográficos más dinámicos votaron de manera
contundente para la izquierda. Las mujeres, oseñoras de la casa de acuerdo
con Peña Nieto, también lo apoyaron, por un margen de 12 puntos.
Paradójicamente, los sectores que votaron por el PRI son precisamente aquellos
que sufrirán más con sus políticas elitistas, machistas y neoliberales.
La buena noticia es que el 1º de julio casi
16 millones de personas expresaron un claro ¡Ya basta! a la
manipulación mediática, la corrupción y la compra del voto. Al sufragar por
López Obrador, enviaron una clara señal de rechazo a la imposición de Peña
Nieto por los poderes fácticos. Asimismo, el perfil de los votantes demuestra
que conforme se desarrolla el país y se amplía el alcance de las redes
sociales, será cada vez más difícil para el PRI y Televisa mantener su control
sobre el electorado.
Recordemos que el porcentaje de votación para
el PRI incluso retrocedió entre 2009 y 2012. En la legislatura pasada el PRI
junto con el PVEM controlaba la mayoría de la Cámara de Diputados. Ahora no les
alcanzarán los votos para aprobar el presupuesto por sí solos. Asimismo, la
cantidad de votos para AMLO aumentó en más de 2 millones entre 2006 y 2012, aun
después de seis años de constante golpeteo mediático en su contra.
Pero las manifestaciones multitudinarias de
este fin de semana también demuestran que la resistencia cívica ya ha rebasado
por mucho a López Obrador e incluso al movimiento #YoSoy132. Los que salieron a
la calle a protestar este sábado no respondieron a convocatoria alguna ni del
candidato de las izquierdas ni de la agrupación de estudiantes, sino únicamente
a sus conciencias y a su dignidad rebelde. Ha llegado la hora de deshacerse de
una vez por todas de la enfermiza teoría delcomplot que ve la mano negra
de López Obrador atrás de cualquier protesta social.
Felipe Calderón tuvo la ventaja de poder
echar la culpa, injustificadamente, a López Obrador por su falta de
legitimidad. Pero Peña Nieto ahora no tendrá este lujo, ya que no es un solo
hombre, sino la nueva sociedad mexicana en su conjunto quien cuestiona su
legitimidad.
El peligro es que Peña Nieto cometa el mismo
error que Calderón, de excluir y reprimir a sus adversarios con soberbia, en
lugar de aceptar su debilidad con humildad. Una de las áreas más delicadas, por
ejemplo, sería la libertad de expresión. Aunque sea difícil de creer, un
gobierno de Peña Nieto fácilmente podría llegar a ser mucho peor para los
periodistas, tanto respecto de su seguridad personal como de la tolerancia para
puntos de vista divergentes. La situación en Veracruz, con nueve periodistas
asesinados en apenas 18 meses, donde gobierna otro representante delnuevo PRI,
Javier Duarte, podría ser el espejo de la situación a escala nacional.
Las graves irregularidades del proceso
electoral, incluyendo el grosero rebase de topes de gasto de campaña, la compra
del voto, la manipulación mediática y el fraude de las casas encuestadoras, en
su conjunto son más que suficientes para justificar la posible nulidad de la
elección presidencial por incumplir con los principios constitucionales de autenticidad y libertad.
Pero además de ser legalmente factible, tal desenlace también sería
políticamente conveniente dada la situación de repudio social generalizado
hacia Peña Nieto y el precedente de impunidad que se generaría si se avala sin
más una de las elecciones más sucias en la historia del país.
Twitter: @JohnMAckerman
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