El México que no ha podido ser, será: carta a
Andrés Manuel López Obrador
Arturo Romo Gutiérrez
Esta vez no te llamo amigo sino hermano. El
amigo se elige o abandona a voluntad. El hermano es para siempre. En nuestro
caso, hasta triunfar o perecer. Es el destino de todo aquel que abraza una
causa superior.
Nadie puede saber cuándo lograremos la
victoria, pero ella inevitablemente llegará. No sé si la vida nos alcance para
ver el cambio de la injusta realidad actual; si somos precursores o seremos
conductores de la transformación social. Con o sin nosotros, el nuevo orden,
que se encuentra en plena gestación, alumbrará.
Te has ganado un lugar de privilegio en la
historia moderna del país. Nadie como tú ha luchado, con tanto tesón e
inteligencia y siempre en las condiciones más adversas, contra este régimen de
oprobio e ignominia que ya lleva treinta años de expoliar a México y su
población trabajadora. Pero el poder neoliberal es aún avasallante, cínico,
inclemente y amoral.
Hemos escogido la vía pacífica y democrática
para combatirlo, derribarlo y hacer de México un país moderno y progresista,
sustentado en una nueva sociedad, libre, justa e igualitaria. No sólo lo
sugeriste, lo exigiste, y cada quien hizo lo propio antes y durante la
contienda electoral.
Ciertamente, el pueblo mexicano es poseedor
de altas calidades revolucionarias. Lo ha probado a lo largo de la historia, en
lucha contra enemigos superiores en número y eficiencia militar. Mas, en esta
lid, muchos de sus componentes fueron aplastados y humillados por la realidad
de su pobreza.
Es preciso recordar: a finales del siglo XIX
se llevaba a cabo lanorteamericanización de México; los capitales
estadunidenses obtenían jugosas utilidades de su asociación con la dictadura
porfirista. El American Cordage Trust, filial de la Standard Oil, exterminaba a
los indios mayas, a veces los compraba por lotes en 50 pesos –como en la
antigua Grecia de Pericles–; se conservaban mientras duraban… En menos de
tres meses enterramos a la mitad, confió a Turner un administrador
norteamericano.
En marzo de 2009, cuando concluiste tu
recorrido por los 2038 municipios de régimen de partido del país y poco
después, en noviembre de ese mismo año, los 438 municipios indígenas del estado
de Oaxaca, publicaste dos textos estremecedores: El país desde abajo:
apuntes de mi gira por México, y Oaxaca, un viaje al corazón del México
profundo, este último título inspirado por el gran antropólogo social Guillermo
Bonfil Batalla. Parecía que describías los horrores padecidos por los pobres durante
el régimen de Díaz, cien años atrás.
En aquel tiempo se cancelaron las libertades
políticas de los mexicanos. Hoy ocurre lo mismo. Son coordenadas que se cruzan
en la historia. En ambos periodos es la pobreza manipulada por el poder
oligárquico lo que somete, agravia y obtura el porvenir.
El mismo régimen de antaño, con nombre
diverso, ha vuelto a aparecer. Lo derrotamos con el voto en 1988 y en 2006. Los
poderes constituidos burlaron la voluntad del pueblo expresada en las urnas. El
fraude moderno ya no se verifica en la casilla, sino antes y durante el
ejercicio eleccionario.
La victoria que dicen los árbitros
venales alcanzó uno de los dos partidos apuntaladores de la oligarquía, ha sido
como las de Pirro, rey de Epiro: caras, engañosas y ciertamente
intrascendentes. Pasará con pena sin gloria para nadie.
No lo duden: llegará la hora del desquite. La
poderosa red de intereses implicados no ha logrado cooptarte y menos aún
aniquilarte, como tampoco al Movimiento Progresista. A pesar de sus pesares, constituimos
una fuerza política y social, real e incontrastable, no sólo por su número,
sino porque es conciencia organizada y decidida a proseguir la lucha en el
marco de las nuevas circunstancias. Resistir para avanzar, defender el derecho
del pueblo a la revolución pacífica, frenar la calamidad neoliberal, gobernar
de modo diferente en donde la izquierda se ha hecho con el mando, servir
obedeciendo como los zapatistas, es y será nuestra tarea.
Adelante, hermano y líder, a continuar con
renovado ánimo, a contrapelo de los que se han acobardado, han caído en la
desesperanza o se aprestan al acomodo dentro de la nueva situación política.
Ten a la vista lo que decía Debray: Para un revolucionario el fracaso es
un trampolín. Luego, las derrotas de los movimientos progresistas no son sino
los prólogos de las grandes victorias de mañana. Hoy, como ayer, se levanta
señera la voz de don Benito Juárez: El triunfo de la reacción es
moralmente imposible. El México que no ha podido ser, será.
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