Con sentimientos encontrados dejo el bando
de los indecisos. Daré mi voto a Andrés Manuel López Obrador y seguiré
revisando críticamente su actuación pública.
En 2009 impulsé el voto nulo decepcionado
con la cosecha de la alternancia: partidos y políticos degradados que
contaminan y corrompen instituciones y cultura; violencia incontenible y
Estado ineficaz y mediocre. Como militante activo de la ciudadanía indefensa
veía con desdén la urna que según todas las encuestas coronaría al candidato
priista pese a su pobre desempeño como gobernador y a su rala vocación
democrática. Confieso que mi preocupación la trasladaba al próximo 1o. de
diciembre cuando empezaría la resistencia a la restauración.
Mantengo la decepción con lo que hay, pero
ahora, en junio, tenemos un panorama totalmente diferente: Josefina Vázquez
Mota se desinfla, Enrique Peña Nieto desciende y López Obrador crece,
mientras una rebelión juvenil sacude, como en ocasiones previas, la modorra
ciudadana. Dada la emergencia nacional decido votar por AMLO, aunque sigo
teniendo dudas sobre algunos rasgos del aspirante de las izquierdas.
Profundizo en el más importante.
En septiembre de 2006 Cuauhtémoc Cárdenas
expresó su preocupación por la "intolerancia y satanización, [por] la
actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no
aceptamos incondicionalmente sus propuestas". En mayo de 2012 Javier
Sicilia le dijo a López Obrador que para muchos él "significa la
intolerancia" con "aquellos que no se le parecen o no comparten sus
opiniones". El aludido respondió al poeta: "a mí no me puedes meter
en el mismo costal", "no soy autoritario", "no soy
mesiánico".
Estoy convencido de que López Obrador ni
viola los derechos humanos ni es un corrupto. Desafortunadamente, también he
constatado que no ha combatido con energía a los corruptos de su partido y
que se abstiene de utilizar su ascendiente para frenar los ataques que sus
seguidores lanzan contra quienes difieren de sus planteamientos. Una
precisión: se vale criticar a Sicilia con el bisturí de la razón; es
inaceptable tildarlo de "traidor" e "hijo de la
chingada", entre otros adjetivos, ante la impasibilidad del dirigente
político.
Esa tolerancia a la agresividad se
relaciona con el llamado de AMLO para que "participemos todos juntos en
la transformación del país". Estamos ante un punto nodal en la relación
sociedad-líder carismático. ¿Se pide una participación respetuosa de la diversidad
y la libertad o se espera y exige subordinación total? En mi caso, simpatizar
o votar por AMLO no mutila mi derecho a revisar críticamente sus acciones
para respaldarlo o contradecirlo.
Me opongo a los excesos verbales del
porrismo priista, panista o lopezobradorista porque son antesalas para la
agresión física. Respaldo el derecho de Sicilia a informar que anulará su
voto porque ha aclarado que eso no condiciona a quienes participan en el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, así como mi voto por AMLO
tampoco obliga a los integrantes de Alianza Cívica, organización que
actualmente presido.
Escudriñé con enorme cuidado el texto de
Sicilia y contiene críticas sólidas al desdén e indiferencia que nuestra
clase política (y eso incluye a la izquierda) ha mostrado hacia las víctimas.
Es una demanda bien armada de quienes conviven día a día con el sufrimiento y
la cínica impunidad de los gobernantes. El reclamo en Chapultepec sirvió de
poco porque después del evento ha seguido el menosprecio discursivo a los
costos sociales de la guerra contra el narco.
Aún así votaré por AMLO por su biografía de
honestidad, porque su lucha ha sido pacífica (pese a la intolerancia
mencionada) y porque tuvo una buena gestión como gobernante del Distrito
Federal. Se hizo el desentendido con las sociedades de convivencia pero
alentó la equidad de género y estableció programas de protección a las madres
solteras y a los adultos mayores. Su crítica a los partidos abre la
posibilidad de que respalde el desmantelamiento de la partidocracia.
La victoria de López Obrador en las urnas
no está garantizada. De mantenerse las tendencias actuales y si empata con
Peña Nieto tendrá que superar la compra y coacción del voto del 1o. de julio.
Aun ganando, sus márgenes de maniobra estarán acotados por los poderes
fácticos y por los partidos (incluidos los que ahora le avientan incienso).
La profundidad de las reformas dependerá en buena medida de la energía de una
sociedad organizada, consciente, decidida y libre.
Pero todo eso corresponde a un futuro
imposible de anticipar con tantas variables que andan sueltas. Junio es el
mes en el cual tendremos que optar entre dos opciones. La evidencia muestra
que el PRI de Peña Nieto es un peligro para la democracia. López Obrador es
la esperanza de un cambio que será más equilibrado si participa la sociedad.
Por eso votaré por AMLO.
Colaboró Abraham Rojas M. Agradezco las
sugerencias de Gabriela Palacios Puyana.
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