Ricardo Rocha
¡Aarraancaan!
Apenas es el sexto
día de campañas y ya la caballada da mucho de qué hablar.
De mayor a menor,
Enrique Peña Nieto parece estar instalado en sus 50, con una cómoda
ventaja de al menos 20 puntos sobre sus perseguidores. Para cualquier
observador el mantenerse así hasta el final sería un escenario óptimo.
Pero los priístas quieren más: creen que todavía puede subir tres, cuatro y
hasta cinco puntos en dos meteóricos meses y hacerse, entonces sí,
inalcanzable; es más, los peñistas furibundos tienen como objetivo
no sólo ganar la elección sino hacer historia e imponer un nuevo
récord de votación para un candidato a la presidencia. Más de los 22 puntos
que sacó Zedillo a Diego.
Por lo pronto, los
expertos en imagenología establecen que los spots de Peña Nieto son los
más eficaces en cuanto a sus efectos propagandísticos y calidad de
producción. En paralelo, sus actos de campaña son un reflejo de la
experiencia acumulada de décadas de una casi perfecta maquinaria priísta.
Ahí la lleva.
En cambio, si nos
atuviéramos a aquella definición ranchera de la caballada, Josefina
Vázquez Mota saldría perdiendo. Pero si nos fuéramos al comparativo con aquel
Caballo blanco del gran José Alfredo, los símiles serían
lapidarios y hasta de mal gusto. Dejémoslo así. La candidata del PAN
lleva atrapada 24 días en el pantano. Desde el aciago 11 de marzo en el
Azul semivacío, resbala una y otra vez. Y lo peor, se hunde en las arenas
movedizas del fondo: sus enredos lingüísticos y pésimos chistes entre
el ITAM, la Ibero y la UNAM para quedar mal con todos, el dislate del
lavado de dinero que la deja en ama de casa, la falta de oficio de su
equipo que en lugar de ponerla a dialogar con los ex empleados de
Mexicana cancelan el acto como si se la fueran a comer, y, lo peor, los
mareos de antier que la muestran como una mujer frágil y con un precario
estado de salud, así que cuando su equipo explica que todo se debe a la
presión uno se pregunta si a la sanguínea o a la política, porque no
es la primera vez que le pasa. Para colmo, su estrategia familiar
en medios electrónicos ha sido un fracaso y habrán de rehacerla por
completo.
Apenas ayer
comenzaron las cancelaciones —una comida en Baja California— y empezaron también
los descensos de uno o dos puntos en las encuestas. No son caídas
dramáticas, pero Josefina esciende y la pregunta es si podrá evitar la
pendiente. Dicho de otro modo, si tiene la energía
suficiente para los
golpes de timón que le han sugerido propios y extraños en su equipo
y en el PAN.
En una situación
similar, pero en sentido inverso se ubica Andrés Manuel López Obrador. El
candidato de las izquierdas libra una dramática batalla contra el
tiempo y la distancia. El desafío se antoja
gigantesco, aun
cuando parece haber dejado el congelamiento de los 18 puntos y rebasado la
barrera de los 20. Aun así, le quedan apenas 87 días y 30 puntos de
diferencia.
Parece paradójico que
el candidato que más entusiasmo genera en las plazas públicas no
tenga el mismo impacto entre el resto de los electores. La
incógnita es si sus spots del amor y el perdón le pueden generar intenciones
de votos, si pasarán inadvertidos o si incluso nprovocan el efecto no
buscado de restarle adeptos.
Otra interrogante
seguramente más efectista es quién —Peña Nieto o Andrés Manuel— se
vería más beneficiado por un debilitamiento —en cualquier sentido— de
Josefina Vázquez Mota. En pocas palabras, si la contienda se
convierte en cosa de dos y no de tres.
Aunque alguien estará
levantando la mano diciendo que, en realidad, es de cuatro o de
Quadri. Y en este caso habría que reconocer que don Gabriel ya entiende
su papel. Más relajado y sin el peso de los interrogatorios
forzados sobre la maestra, empieza a levantar centésimas para alcanzar algunas
décimas que lo lleven a los dos ansiados puntitos que le permitan
acariciar la meta para la que fue convocado. Ni más, ni menos.
Así las cosas con los
caballitos, los grandotes y los chiquitos.
PD) Como dirían los
franceses, un beau geste el del presidente Calderón. Frente a la
mezquindad de Vicente Fox cuando la muerte de López Portillo, decidió
hacerle un funeral de Estado a Miguel de la Madrid. Sobre todo en estos
tiempos de crispación, habrá que reconocérselo.
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Rocha-Detrás de la Noticia
Periodista
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