EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
Repsol-YPF: depredación y contrastes
En días recientes, el diferendo entre la
petrolera Repsol-YPF y el gobierno de Argentina ha crecido hasta adquirir tonos
de conflicto internacional. El pasado jueves, el ministro español de Industria,
José Manuel Soria, afirmó que cualquier gesto de hostilidad contra
empresas de su país sería interpretado como un gesto hacia España y
traería consecuencias. Ayer, el canciller español, José Manuel
García-Margallo, pidió al gobierno de México –en su calidad de presidente pro
témpore del G-20– que ayude a la petrolera trasnacional ante la perspectiva de
una posible nacionalización por el régimen de Buenos Aires, llamado que es
imposible desvincular del interés económico de las autoridades de nuestro país
en la firma española, redimensionado tras la reciente adquisición –con dinero
público y con resultados desastrosos para México— de casi un 5 por ciento de
sus acciones por Petróleos Mexicanos.
Es importante subrayar
que la referida confrontación entre la petrolera trasnacional y el gobierno
argentino no se debe a una actitud hostil del segundo hacia la
primera, ni mucho menos a un capricho de la administración que encabeza
Cristina Fernández de Kirchner, sino, fundamentalmente, al incumplimiento por
Repsol-YPF –que controlan 37 por ciento de las reservas petroleras de la nación
sudamericana y 55 por ciento del mercado de combustible– de sus compromisos de
inversión en la industria petrolera argentina, lo cual afecta las necesidades y
la soberanía energéticas de ese país.
El telón de fondo
ineludible es el historial de saqueo y de afectaciones que ha protagonizado la
empresa petrolera española a las poblaciones y a los patrimonios de naciones
como Argentina y México. En el país sudamericano, dicho historial puede
rastrarse desde el propio proceso de privatización de YPF bajo el gobierno de
Carlos Menem: éste, tras haber asumido la deuda de la empresa petrolera y haber
despedido a casi 35 mil de sus trabajadores, remató YPF en una operación
irregular y a un precio muy por debajo de su valor. Para colmo, en los casi
tres lustros transcurridos desde la venta de YPF a Repsol, el comportamiento de
ésta ha distado mucho de ser benéfico para los argentinos: por el contrario, se
ha caracterizado por una disminución de las reservas petroleras del país
sudamericano, por una maximización de las ganancias por concepto de
exportación, por un reparto de la mayor porción de las utilidades entre los
accionistas de la petrolera y, en consecuencia, por un aporte ínfimo al
desarrollo de la industria argentina de los hidrocarburos, en lo que constituye
un claro ejemplo de neocolonialismo económico.
Por lo que hace a
nuestro país, los preceptos constitucionales que reservan al Estado la potestad
exclusiva sobre actividades del ramo energético no han impedido que Repsol se
haga de jugosas oportunidades de negocio en el sector: así ha ocurrido, por ejemplo,
con la venta, por parte de la petrolera española, de gas importado de Perú a la
Comisión Federal de Electricidad –a un precio muy por encima de su valor real–,
y con la proliferación de los permisos para productores independientes de
electricidad, que actualmente generan 55 por ciento del flujo eléctrico que se
consume en el país y entre los que Repsol detenta una posición privilegiada.
Así pues, la trayectoria
de Repsol tanto en Argentina como en México es emblemática de la depredación y
la rapiña corporativa que ha prevalecido en la región a partir de la oleada de
privatizaciones y de la apertura indiscriminada de las economías a capitales
extranjeros –mineras, petroleras, generadoras de electricidad, instituciones
financieras, entre otras–: tales procesos, impuestos en nuestros países por
gobiernos neoliberales como los de Menem y Carlos Salinas de Gortari, se han
saldado con el incumplimiento impune de las leyes y normas nacionales por las
empresas, con la obtención de cuantiosas ganancias económicas a cambio de
mínimas aportaciones a las economías nacionales, con depredación financiera y
ecológica y con afectaciones a la vida cotidiana de la población.
Resulta desolador que
mientras Argentina busca recuperar la soberanía sobre sus recursos naturales y
sobre un sector estratégico de su economía, como el petrolero, el gobierno
calderonista se empeñe, en un afán inexplicable por beneficiar a Repsol a costa
de lo que sea, en un rumbo de acción que no sólo ha creado graves problemas
internos, sino ha causado, por distintos frentes, un grave quebranto monetario
al erario.
Si Calderón cede a las
presiones del gobierno de Mariano Rajoy, provocará un deterioro de la relación
bilateral con Argentina y del proceso de integración latinoamericano en
general, afectado de por sí por la decisión de las administraciones panistas de
marginar a México en la región. Lo pertinente, en suma, es aprender de los
ejemplos procedentes de Sudamérica, lo cual, en este caso, implica poner un
alto a la política de entrega de los recursos naturales nacionales a los
depredadores de la escena internacional.
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