Los candidatos ante la ciencia
René Drucker Colín
El 23 de marzo en la ciudad de Monterrey
tuvo lugar un evento organizado por la Asociación Mexicana de Directivos de la
Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico (Adiat) que agrupa alrededor
de mil 200 directivos de empresas tecnológicas, investigadores, académicos y
rectores del país.
Ese organismo elaboró lo
que llamaron la Declaración de Monterrey, con objeto de mejorar la
competitividad y el desarrollo sustentable de México, a través de impulsar la
llamada sociedad y economía del conocimiento. Los organizadores invitaron a los
tres candidatos a la Presidencia a suscribir el documento y a expresar lo que
pensaban respecto del tema. Los tres candidatos ese mismo día, pero a diferente
hora, estuvieron durante hora y media manifestando sus opiniones en la materia.
El primero que se presentó fue Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien tuve
el placer de acompañar en el presídium. Ahí se señaló que la Declaración
de Monterrey tenía una coincidencia muy grande con el documento que se había
elaborado por parte del candidato López Obrador en un encuentro que dos semanas
atrás había tenido lugar en la ciudad de México con una cincuentena de
investigadores, a quienes se describieron las estrategias que llevaría a cabo
la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación que se pretende impulsar en
caso de que ganara las elecciones. AMLO se manifestó sobre estas coincidencias,
señalando que él impulsaría el crecimiento del sector científico y desarrollo
de proyectos científicos estratégicos para la nación. Su ponencia se centró
sobre qué haría para obtener los recursos que se requieren para fomentar el
desarrollo científico del país.
Al término de la
presentación de AMLO le tocó a Josefina Vázquez Mota. Yo me quedé a escucharla.
Debo señalar que salvo en una breve intervención, cuando ella era secretaria de
Educación y había participado en un evento en la UNAM, nunca le había
escuchado: su participación en Monterrey me dejó claro que ella es
sorprendentemente efectiva como oradora, pues acude a promover esta especie de
emoción primitiva del ser humano, con lo cual mucha gente se puede identificar
con ella fácilmente. Habla muy bien y es teatral. Lamentablemente para ella,
pero más bien para los mexicanos, su discurso está vacío de ideas. No hubo una
sola cosa sobre laDeclaración de Monterrey, a la cual se refirió. Su
discurso estuvo totalmente desprovisto de contenido puntual y salvo decir, sin
gran convencimiento de que suscribía el documento, estaba claro que no lo había
siquiera ojeado. Quedó también en evidencia que los que le escribieron su
discurso, tampoco habían leído la Declaración de Monterrey con mucho
detenimiento.
Josefina debería
acogerse a lo que dijo el gran poeta alemán Goethe que cuando faltan las
ideas sobran las palabras. Ella habló mucho de los niños a quienes en la
educación básica les debían acercar la ciencia y bla, bla, bla, y que ella tuvo
su gran oportunidad en la vida por haber ido a la Vocacional y bla, bla, bla,
cosas que no tenían absolutamente nada que ver con el tema a tratar. Para mí
fue evidente que la ciencia ni la entiende y ni le interesa. Y para muestra, un
botón. Una de las preguntas del público tuvo que ver con cómo iba a impulsar o
qué pensaba de la ciencia básica, a lo que respondió que ya había hablado de
eso, aludiendo sobre lo que había disertado de acercar la ciencia a los niños
que cursan los niveles básicos de educación. O sea, para ser claros, confundió
la ciencia básica, la que genera nuevos conocimientos en los laboratorios
universitarios con la enseñanza de la ciencia en la primaria. Está claro que si
ella llegase a ganar, la sociedad y economía del conocimiento seguirá estancada
y desdeñada, si no es que desaparecería totalmente como ya lo han intentado Fox
y Calderón.
Yo realmente la tengo
que felicitar por su capacidad artística como oradora, puede llegar a ser
mesmerizante, sin embargo, es de lamentar lo vacío de su discurso. Habla mucho,
demasiado y no dice gran cosa.
Por último, le tocó a
Peña Nieto, a quien no me quedé a escuchar. Supe sin embargo, que su presencia
estuvo acompañada de la prepotencia y que llegaron sus acólitos y manejadores
de imagen a fortalecer aún más la prepotencia y a señalar, como ellos mismos
dijeron, que están impulsando un producto. O sea, Peña Nieto no es un
candidato, es un producto a quien quieren meter a como dé lugar en Los Pinos,
aunque sea un producto cuyas cualidades son difíciles de encontrar.
El informe que escuché
sobre la participación de Peña Nieto fue que hubo rollo con compromisos que se
prometieron, si es que gana, pero parece sin mucha convicción, ni comprensión.
En fin, no sé si los de
la Adiat quedaron contentos o no, por lo pronto hicieron un loable esfuerzo y
lograron desenmascarar algunas de nuestras realidades.
Esta situación de pobreza tiene un
vinculación directa con el aumento de la inseguridad en el país: en sólo 10
años se han elevado 22 por ciento las denuncias a nivel nacional. El incremento
de la pobreza se ha convertido en un hecho incontrovertible, ante el cual las
políticas públicas poco han podido hacer. Medido por el índice de la tendencia
de la pobreza laboral (ITPL), el incremento registrado entre 2006 y 2011 a
nivel nacional es de 21 por ciento. Sin lugar a dudas lo anterior sintetiza que
los programas de atención a la pobreza únicamente constituyen un alivio
temporal, y muy endeble, a un problema estructural que aumenta con el desempleo
y la precariedad laboral que enfrentan millones de mexicanos.
Lo descrito se ve exacerbado por el hecho
de que, entre 2010 y 2011, la tendencia de la pobreza que marca el mercado
laboral continúa en ascenso y reporta nuevos niveles récord, aún en entornos de
crecimiento económico. Las cifras son contundentes: entre 2006 y 2011 el ITPL
rural solamente se elevó 3.8 por ciento, mientras el urbano lo hizo en 29.3 por
ciento. Por tanto, la marginación se ha generalizado. Evidentemente que parte
de ello es atribuible a que un aumento de la pobreza en el ambiente rural
representaría segregar a un grupo de mexicanos que ya viven en un entorno
crítico. Además, a esos lugares llega una parte considerable de los recursos
canalizados mediante el programa Oportunidades, el mecanismo oficial diseñado
para tratar de minimizar el avance de este cáncer social. Oportunidades es bien
evaluado porque ayuda a la gente más pobre a sobrellevar su situación, pero es
evidente que no tiene la capacidad de contribuir a la solución real del
problema.
No obstante que la situación de pobreza ha
penetrado el entorno urbano, la mayor marginalidad se sigue presentando en
estados y municipios predominantemente rurales. Existen municipios donde la
pobreza supera el 97 por ciento de la población total y los 15 municipios en
los cuales esta situación es más grave tienen a más del 96 por ciento de sus
respectivas poblaciones en pobreza. Lo mismo sucede en los 15 municipios donde
la situación de pobreza extrema rebasa a 73 por ciento de su población. En
realidad, dichos municipios se encuentran en el sur y sureste de la República
Mexicana, es decir, en estados poco industrializados y que a pesar de tener
recursos naturales abundantes no cuentan con una infraestructura
suficientemente desarrollada como para mejorar la calidad de vida de su
población. Un elemento relevante es el hecho de que mil 3 municipios tienen a
75 por ciento o más de su población en situación de pobreza, y 190 concentran
la mitad de la población en pobreza del país. Lo descrito refleja las casi
nulas oportunidades que existen en tales localidades para aspirar a un mejor
nivel de vida.
Las rebanadas del pastel
Más de 60 millones de mexicanos en pobreza encontrará
quien se instale en Los Pinos el próximo primero de diciembre. ¿Cómo y con qué
responderá el ungido a esta brutal emergencia nacional?
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