No es solo crisis de campaña
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
La crisis por la que atraviesa el equipo de campaña de la abanderada
panista, Josefina Vázquez Mota, es reflejo de la que sufre un régimen
conservador que ya no encaja en circunstancias demasiado complejas. De
ahí que no tengan ningún sentido los ajustes que hizo y que anunció
ayer, pues la debacle al interior del PAN seguirá su marcha de manera
paralela al proceso de firme decadencia que presenta el “gobierno” de
Felipe Calderón. Se quiere dar la impresión al electorado de que el
problema es de los colaboradores de la candidata, cuando en realidad es
un problema derivado de la incapacidad de la derecha para regir los
destinos de una nación plagada de muy graves problemas estructurales.
Aunque en honor a la verdad, más que cambios que la pudieran favorecer,
se trata de un firme acotamiento a la candidata por parte del inquilino
de Los Pinos, quien a partir de ayer es el verdadero coordinador de
campaña del partido blanquiazul. Si no pudo imponer a su delfín por la
vía del convencimiento a los panistas, lo hará por la de los hechos
consumados. Sin embargo, esto tampoco ayudará a la señora Vázquez Mota,
pues queda en evidencia que es rehén de los intereses que representa
Calderón. ¿“Josefina diferente”? En adelante ni un niño podría creer tal
patraña. Podría completarse la frase del siguiente modo: … “porque
viste falda y usa maquillaje”.
En lo demás no hay diferencia alguna con Calderón, como tampoco la hay
entre Enrique Peña Nieto y los intereses que representa el líder visible
de los tecnócratas neoliberales, Carlos Salinas de Gortari. Esto es
preciso que lo sepa la gente para que no se confunda y caiga en la
trampa de la engañosa propaganda de ambos partidos. La verdadera
diferencia está en los proyectos de nación que manejan PRI y PAN, con el
del Movimiento Progresista. El de los dos partidos conservadores está
orientado a preservar los intereses de la oligarquía, el de la izquierda
en cambio a generar equilibrios mínimos en la sociedad que permitan
superar la crisis económica y se frene drásticamente la descomposición
del tejido social.
Es incuestionable que en las últimas tres décadas el país no sólo dejó
de crecer, sino que se descompuso dramáticamente en todos los espacios y
niveles de la vida pública nacional. La realidad es que si Salinas no
le quita tres ceros a la paridad peso dólar, en su sexenio, nuestra
moneda sería un bilimbique con las graves consecuencias de falta de
confianza que se hubieran presentado y todavía seguiríamos padeciendo.
No sólo se frenó el crecimiento económico, sino que se acarreó una grave
descomposición política y profundos males sociales que dieron origen al
entronizamiento de los ultraconservadores en el régimen.
El problema de más fondo ahora es que pretenden seguir en el poder,
cuando no existen condiciones para sostener por más tiempo tal deterioro
de la vida nacional, pues forzar dichas condiciones sólo conduciría a
mayor violencia en las calles, más pobreza en los hogares, menos
confianza en el futuro con la secuela de problemas que cabría esperar de
una situación tan complicada. No se necesita mucha imaginación para
darse cuenta que los asalariados no estarían dispuestos, de buen grado, a
seguir sosteniendo sobre sus espaldas el costo de los privilegios de
que goza un mínimo porcentaje de la población del país.
Se ha llegado a extremos insostenibles, como lo afirma el Observatorio
del Salario de la Universidad Iberoamericana de Puebla. Sostiene que el
poder adquisitivo del salario cayó 32 por ciento en este sexenio y
México se consolidó como el país latinoamericano con la mano de obra más
barata en el subcontinente. Por otro lado, disminuyó dramáticamente la
contratación de trabajadores “bien pagados” y aumentó para los “mal
pagados”, se redujo en 10 por ciento el número de sindicatos en el país,
y crecieron la tercerización y la contratación por honorarios, o sea la
ocupación sin seguridad ni prestaciones. De ahí la urgencia en que sea
aprobada la reforma laboral, pues se quiere “legalizar” una situación ya
dada.
Mucho se dice que los índices inflacionarios se mantuvieron a la baja en
los dos desgobiernos panistas. Esta situación en realidad es resultado
de la contracción tan drástica de la economía. Es como si alguien se la
pasa todo el día acostado, el resultado no puede ser otro que consumir
poca energía, lo que a su vez implica un gasto menor. El problema, en
términos sociales, es para la mayoría de la población que tiene que
trabajar cada vez más para ganar cada vez menos.
Tal realidad se agudizaría en los próximos años, en perjuicio del país
en general, si continuaran en el poder los representantes de la
oligarquía y de los grandes intereses trasnacionales que se han ido
apoderando de la nación, con más firmeza en la docena trágica panista.
¿Cómo podría explicar Calderón que una familia española que llegó a
México sin nada, se volviera dueña de los principales negocios de
Campeche en unos pocos años? ¿Lo puede hacer la señora Vázquez Mota?
(guillermo.favela@hotmail.com)
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