De buzos y milagros
Rolando Cordera
Campos
Entre los milagritos en que Fox
basa el triunfo de Josefina y las bravatas sin sentido del fantástico Quadri,
la campaña presidencial traza un perfil sinuoso y refractario para las ansias
ciudadanas de un discurso político comprometido con diagnóstico y propuesta. Y
desde ahí vuelve por sus fueros, lastimeramente, el blues del voto nulo.
La competencia entre el
PAN y el PRI por el hit parade de los mentirosos corona los
intercambios de la semana, sin que se asome por algún lado un pinocho embustero
pero imaginativo que por lo menos le ponga algo de sabor al caldo. El
presidente Calderón, por su parte, entona boleros nostálgicos en Cartagena y
echa su resto ¡por el libre comercio!
Por si faltara, algunos
autodesignados expertos en el ánimo público decretan fútiles los reclamos de un
verbo electoral sustancioso, que sustente el chubasco de promocionales que sin
cuartel nos asestan, práctica nefasta supuestamente basada en una peculiar
interpretación empresarial de la legislación electoral. Por más que se empeñen
los curiosos cruzados de la libertad de expresión confundida como libertad de
comercio, lo hecho en 2007 en materia de medios se queda muy por debajo de lo
que hay que hacer para tener un sistema de comunicación social, en sintonía con
las necesidades de una democracia, cuya maduración urge a la sociedad y a la
economía.
No es menos sino más
regulación y compromiso de los medios con la política democrática lo que se
necesita. Sobra libertad y falta democracia, solía decir con su sorna
insuperable el amigo Arturo Warman. Le preocupaba el poco sentido de régimen
que caracterizaba a partidos y movimientos en la hora cero de la inauguración
democrática, pero estoy seguro que hoy convendría en que esa carencia
fundamental se ha apoderado de las cúpulas del dinero, cuyo desafane sólo
expresa la cercanía de un fin de época y de régimen político y económico; tema
del que prefieren no hacerse cargo.
Es en estas elites donde
la idea de Estado y nación ha colapsado o simplemente se ha vuelto tópico
aburrido; síntoma de atraso y antimodernidad. Precisamente cuando en el mundo
entero, ricos y menos ricos, aspirantes y decadentes, de lo único que hablan es
del Estado nacional y de su indispensable rehabilitación. Esto sí que es estar
detrás del espejo.
Lo malo es que los
partidos, en especial los de la derecha y el centro derecha, como PAN y PRI, se
hacen eco de esta triste imaginería y han iniciado una lotería de la
privatización de los bienes y recursos que, constitucionalmente al menos,
pertenecen a la nación. En vez de asumir el papel crucial que estos bienes
podrían jugar en una recuperación robusta del desarrollo, así como la necesidad
de rehabilitarlos, se resignan y ponen su tendido.
La venta de garaje de la
candidata panista y las afinidades peligrosas de Peña Nieto con lo más
elemental del viejo pensamiento privatizador en materia petrolera y energética,
no parecen sino esfuerzos ridículos por lograr que esta supuesta elite del
poder, la lana y el saber, los avale para tener un buen lugar en la próxima
nevada de Davós. A contracorriente del mundo, se insiste en más apertura y se renuncia
a la defensa explícita del interés nacional. Como si eso nos fuera a dar sex
appeal ante las multinacionales.
El gran alpinista en
esta triste carrera de los políticos por volverse tributarios del poder
temporal (y del celestial, si Fox les da una manita), fue esta semana el otrora
ecologista impar, ahora dueño de la mayor destreza sicoanalítica del planeta
que le permitió descubrir en su patrocinadora virtudes teologales ocultas. ¡El
ingeniero Quadri, máximo liberal nacido de nuevo, con ustedes!
Nada de refinerías y
mucho menos cinco, porque eso no es negocio, decretó el próximo presidente
panalero al referirse a la propuesta de López Obrador, sin tomarse el trabajo
de mencionarlo. No es negocio, añadió, como si se tratara de los arcanos del
cretácico, porque, como todos sabemos, nadie en el mundo se afana por tener
petróleo y luego refinarlo.
De lo que se trata, debe
soñar el fantástico candidato, es de sentirse como James Dean en Gigante,
bañado del oro negro y listo para conquistar a Elizabeth Taylor (y a Rock
Hudson). Eso es lo que los mexicas deben y pueden hacer, podría agregar:
explorar más y sacar más crudo, que es ahí donde está el tesorito.
Que sean las siete
hermanas o su equivalente, hoy convertidas en damas globales de la caridad, las
que se encarguen de refinar el petróleo, convertirlo en gasolina y derivados y,
gracias a ello, de proveernos de los bienes intermedios y finales para el
consumo. Como dijera David Ricardo después de una noche de juerga: mexicanos al
crudo; que nosotros os lo refinamos.
Si Quadri quiere hacerla
de utility man en esta elección, que lo haga. Pero de lo que
se trata es de encarar el gran dilema del petróleo y sus usos, así como del
abuso fiscal que han hecho de su riqueza los gobiernos panistas; de su
refinación y, en esa perspectiva, del tamaño de la planta requerida. Negocio o
no, los refinados son fundamentales para la vida moderna y la diversificación
de la economía, y es eso lo que las ofertas de Peña y Vázquez han puesto en
cuestión y López Obrador abordado en positivo con su propuesta de construcción
de cinco refinerías.
Si ese es el número
adecuado tendrá que discutirse en concreto. Pero lo primero es asumir
expresamente (o no), que el país necesita ampliar pronto su capacidad de
refinación, sacrificada por mucho tiempo en el altar del costo-beneficio. Se
trata de entender (o no) a la del petróleo como una gran empresa nacional y
estatal a partir de la cual, como ha sucedido siempre, puede tejerse una
economía mixta saludable sin debilitar más la seguridad energética del país.
Quadri no parece pensar
en esto. Tal vez, sería mejor que haga mutis o se eche un bucito de larga
duración. Que si le falta oxígeno, Fox lo proveerá… con otro milagrito.
Y amén.
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