Carlos
Fernández-Vega
México SA
Petróleo en manos del Estado
Privatizar, ¿tendencia mundial?
Peña, Chepina, Quadri: iguales
Cinco inquilinos de Los Pinos al hilo no
quitaron el dedo del reglón, y en la perspectiva político-electoral tres de los
cuatro candidatos al hueso mayor se han pronunciado en el mismo sentido: lo moderno,
lo actual, lo deavanzada, lo chic, es privatizar el sector petrolero
nacional, despojar al país de esa renta (de la que, por cierto, vivió, y muy
bien, esa quinteta). Los primeros avanzaron en su intento, aunque no todo lo
que querían; los segundos ofrecen redondear la tarea, llegar hasta el fondo,
abrir hasta el último resquicio para que por la puerta grande ingrese, orondo y
voraz, el gran capital, como en tantas otras áreas de la economía mexicana.
Tras la decisión
argentina de nacionalizar –paradójicamente– su petróleo y, con ello,
salvaguardar el interés nacional, el furibundo Felipe Calderón reaccionó como
si le hubieran quitado algo propio, y soltó un rosario: fue, dijo, una medida irresponsable
y muy poco racional; ningún empresario en sus cinco sentidos pensará en
invertir en un país que expropia las inversiones; es una decisión que no
va a hacer bien a nadie; no es un acto racional; el camino no es ni
el proteccionismo ni las expropiaciones; que Cristina Fernández de Kirchner rectifique esa lamentablemedida.
Lo moderno, pues, es entregar los recursos naturales a intereses
extranacionales.
Los tres candidatos que
se han comprometido a no gobernar con más de lo mismo dicen al
respetable que, de llegar a la primera silla de la nación, ofrecerán
exactamente eso, más de lo mismo: A) realizaré una reforma energética que
dé apertura al sector privado en las áreas de exploración y refinación en la
industria petrolera (Enrique Peña Nieto); B) reglas más amigables para
que el capital privado invierta en petróleo; no creo en el camino de las
expropiaciones” (Chepina); y C)convertir a Pemex en una empresa de
sociedad anónima, pues así colocaría acciones en la BMV; estoy contra dogmas,
catecismos y fetiches del pasado que comprometen seriamente el desarrollo de
México (Quadri).
Entonces, según todos
ellos, la tendencia mundial es ceder el petróleo al voraz capital
financiero-especulativo. ¿Será? Pues bien, encontramos luz en el propio
proyecto de ley que la presidenta Fernández de Kirchner envió al Congreso de su
país para nacionalizar YPF, y lo que en este sentido destaca es que, en
realidad, la norma internacional es el control del Estado sobre los
hidrocarburos, comenzando por la empresa Petrobras, tan presumida y cacareada
por la derecha privatizadora comoejemplo de modernidad.
Lo actual, pues, no
es lo que proponen los modernos políticos mexicanos, sino todo lo
contrario: Arabia Saudita, el mayor productor petrolero mundial, cuenta con la
empresa Saudi Aramco, cuya propiedad, al 100 por ciento, corresponde al Estado.
El consorcio ruso Gazprom, el mayor productor de gas natural en el planeta,
pertenece al Estado ruso (51 por ciento), quien decide cómo, cuándo y a quién,
y no la inversión privada minoritaria. Del mismo origen, la empresa Rosneft (75
por ciento) es la segunda productora internacional.
Entre otras, propiedad
del Estado (100 por ciento) son las petroleras CNPC (China), NIOC (Irán), PDVSA
(Venezuela), Pemex (México), Adnoc (Emiratos Arabes Unidos), KPC (Kuwait),
Sonatrach (Argelia), Kazmunaigas (Kazajistán), QP (Qatar), Pertamina
(Indonesia), Socar (Azerbaiyán), Petronas (Malasia), EGPC (Egipto),
Petroecuador (Ecuador), SPC (Siria), YPFB (Bolivia), ANCAP (Uruguay), NNPC
(Nigeria), y ENAP (Chile, el sempiterno ejemplo para presumir los éxitosprivatizadores
neoliberales).
Otras petroleras, que
permiten participación privada, también tienen propiedad y control mayoritario
del Estado: Sinopec y CNOOC (China), con 75 y 67 por ciento, respectivamente;
Petrobras (Brasil), 51 por ciento; Statoil Hydro (Noruega), 63 por ciento; PNGC
(India), 74 por ciento; PDO (Omán), 60 por ciento; y Ecopetrol (Colombia), 90
por ciento. Entre las pocas que aparecen con participación estatal minoritaria
están OMV de Austria (32 por ciento del Estado); Inpex de Japón (29 por ciento)
y Eni de Italia (30 por ciento). Como se constata, en materia petrolera lo chicno
es, ni lejanamente, ceder el control y el usufructo de la riqueza petrolera a
trasnacionales del ramo, por mucho que éstas intenten meter la mano en todas
partes. México conoce muy bien de qué se trata la intervención de los vampiros
petroleros, y el enorme costo (político, económico y social) de mantenerlos en
casa. Argentina también lo vivió y lo entendió, y por ello su gobierno actuó en
consecuencia.
Como lo apunta el citado
proyecto de ley, la experiencia internacional no hace más que confirmar
que la posibilidad de garantizar el autoabastecimiento en materia de
combustibles contribuye de manera crucial a determinar el tipo de modelo
económico y de crecimiento que puede desenvolverse en cada país. Así, durante
la vigencia del denominado Consenso de Washington, la política en materia de
hidrocarburos que el neoliberalismo implementó en Argentina buscó maximizar la
extracción de este recurso natural con vistas a colocarlo en el mercado
mundial, conduciendo al desabastecimiento interno, el cual es impulsado por el
incentivo que constituye para el sector privado la completa apropiación del
excedente económico generado por un recurso natural no renovable.
Así, la precisa
intervención del Estado en la definición de la política de producción y precios
de los combustibles “es crucial en un mundo que ha estado crecientemente
afectado por la participación de capitales financieros especulativos en los
mercados de materias primas en general, y del petróleo en particular,
impactando así en los costos de producción a escala mundial… Hay tres elementos
a tener en cuenta y que aconsejan la injerencia directa del Estado en la
política de precios y cantidades: su impacto sobre la competitividad de la
economía, el efecto de su precio sobre el poder adquisitivo de los salarios y
la apropiación de los excedentes derivados de la explotación de los
hidrocarburos”.
Las rebanadas del pastel
Entonces, lo moderno es que los
grandes recursos petroleros y su producción estén en manos estatales, y no como
coto de caza del capital trasnacional, como Repsol comprenderá. Que Calderón y
comparsas repitan como pericos que lo mejor para México es privatizar sus
hidrocarburos no es más que el canto de una suerte de Menem michoacano al que
no le fue suficiente destrozar el tejido social del país, sino que intentó lo
mismo con el último jirón de soberanía económica.
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