martes, febrero 21, 2012

El mundo merece otra cosa : María Teresa Jardí



El mundo merece otra cosa
Por María Teresa Jardí


Hace unos años apenas, la quema de tantos internos en una cárcel hondureña habría provocado un revuelo entre los mexicanos que éramos solidarios con todo el resto de seres humanos cuando la desgracia, por las razones que fueran, se cebaba con ellos. Hoy, noticias como esa apenas alcanza a ser nota aislada de los diarios. Noticia rebasada de inmediato por otra masacre ocurrida. Aquí, la masacre de reos en el penal de Apodaca, en Nuevo León.
Un acto de venganza que, en todo caso, no dejaría de ser un acto de locura, allá. La fuga, al parecer, de unos cuantos presos, aquí. Razones absurdas por cuanto a privar de la vida a otro se trata.
Limpia de pobres, en el fondo, copiada, si no es que encabezada por los mismos actores que de mil maneras la están propiciando en el mundo, siguiendo las pautas de México convertido por la derecha, usurpando, en el laboratorio de los grandes capitales para deshacerse de los pobres de manera más rauda.
Los problemas de fondo no se atacan. A pesar de que la respuesta al porqué gente joven quiere apostar a la comisión del delito, como forma de vida, se encuentra incluso en películas mexicanas y extranjeras. A pesar de que con la apuesta al delito los jóvenes se juegan el perder lo único que se tiene, que es la vida, están como respuesta, en películas como “El Eriso”, donde la protagonista, una niña a punto de cumplir los doce años, toma la decisión de suicidarse el día de su doceavo cumpleaños. El motivo que aduce es que no quiere vivir como el resto de su rica familia. El padre, funcionario, fuera de casa todo el día. La madre alcohólica hablando con las plantas convertidas por ella en su única compañía. La hermana mayor, buena estudiante, destinada a repetir el matrimonio de sus padres y ella en solitario grabando a vecinos y familia mientras se interroga sobre la muerte, que es en realidad el interrogante sobre la vida; va poniendo su cariño en la culta portera, a la que ni siquiera ven el resto de vecinos. Portera que al morir, enamorada, le da la respuesta a la niña. No importa cuándo se muera. Lo importante es lo que se está haciendo cuando la muerte nos alcanza.


A la juventud en nuestro país se le ha cancelado el futuro. El futuro de muchas generaciones, por lo que toca a millones de familias condenadas, no sólo a mantener a los ricos de por vida, sino a pagarles los caprichos e incluso la conversión de sus deudas privadas, en deuda pública, a pagar los pobres todo a los ricos, mientras exista un solo pobre sobre la tierra.
¿ Acaso no es eso el Fobaproa?, por ejemplo.
“Condenados a la miseria, mejor vivir como narcos, con lana en los bolsillos, con troca y parabólica... ”, decían, hace muchos años, los niños de una secundaria de Guadalupe I Calvo, en la Sierra Tarahumara, en un taller que realicé con ellos, siendo delegada de la PGR en Chihuahua.
Mejor ser narcos que vivir un destino decidido por los que todo lo tienen y sin embargo nada los satisface tampoco, pensé en aquel momento. Y desde entonces hasta ahora nada se ha hecho para cambiarles a los jóvenes la condena ofreciendo a los pobres lo mínimo necesario para que la vida se pueda considerar digna y que merece por lo tanto ser vivida hasta que de manera natural nos alcance la muerte.
Esa es la discusión que se esperaría hoy en un país que se cae a pedazos de legisladores que fueran algo más que parte del entramado de corrupción donde los sindicatos se regalan a las corruptas representantes de lo más podrido del sistema político. Asesinada la capacidad de entender de los trabajadores de la educación incluso impidiendo entender que todos somos agraviados con la condena a sacar de las aulas niños analfabetas. Y lo mismo se puede decir del resto de trabajadores y de la sociedad mexicana en general tan pasiva.
En España gobiernan los fascistas. Pero los cientos de miles en la calle oponiéndose a las reformas laborales despiertan la esperanza de que el mundo merece construirse como otra cosa.

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