jueves, diciembre 15, 2011

Jaime Ornelas Delgado : Indebida injerencia


TENDAJÓN MIXTO
Indebida injerencia
Jaime Ornelas Delgado



La campaña electoral de 2012 se ha iniciado ya, sin duda, y los candidatos muestran sus talentos y virtudes con el fin de convencer a los ciudadanos de acercarse a la opción económica, política y social que proponen.

El inicio de la disputa por la presidencia de la República no representa, no puede representar problema alguno; por el contrario, la democracia representativa requiere del debate y la confrontación de proyectos para elegir libremente a aquel que se considere puede permitir al país resolver los problemas que afronta, sin embargo, el problema existe pero se ubica en otro lado, pues Felipe Calderón creyó que el inicio de la campaña era también para él y comenzó con lo que mejor sabe hacer: una guerra sucia contra los partidos de oposición, en los peores modos del presidencialismo y, por supuesto, poniendo en riesgo el proceso electoral.

Según Calderón, si su partido o su hermana no ganan una elección, es debido a “la intervención palmaria y evidente de los delincuentes en procesos electorales”. Penosamente, luego de esa declaración el almirante secretario de la Marina, Francisco Saynez Mendoza, sostuvo: “nosotros no tenemos información fehaciente” sobre la presunta intervención del crimen organizado en las elecciones de Michoacán. Y se dice que si hay una actividad de inteligencia del más alto nivel en México, esa es la de la Marina.



Quienes ante las denuncias del presidente han protestado airadamente, como no lo hicieron nunca antes, fueron los miembros de la cúpula priista. De ellos, quien más quien menos ha echado su gato a retozar y, ahora sí, le exigen a quien ayudaron a ocupar de manera ilegítima la presidencia de la república, ajustar su conducta al mandato de la ley y no entrometerse en el proceso electoral, así lo dijo Pedro Joaquín Coldwell, de quien no recordamos haya dicho esta boca es mía cuando en 2006 la descarada injerencia de Vicente Fox en el proceso electoral fue parte determinante en el monumental fraude cometido contra el pueblo de México que le permitió a Calderón, con la complicidad del PRI según ellos mismos lo han confesado, ocupar de manera ilegítima la Presidencia.

¿Qué puede pretender Felipe Calderón echando gasolina al fuego, al lanzar acusaciones no sustentadas en pruebas válidas que muestren la asociación de políticos con el crimen organizado? Algunos analistas, pudieran tener razón al afirmar que Calderón tiene la pérfida intención tanto de anular las elecciones de Michoacán, como la de provocar un marco de polarización y violencia tal que le permita justificar suspender el proceso electoral del próximo año. Esta sería, sin duda, una acción extrema digna de una mentalidad perversa o desesperada por la posible pérdida del poder.

Es posible también que su estrategia pretenda posicionar a su gobierno y partido, en el imaginario ciudadano, como los únicos combatientes contra la delincuencia, sugiriendo que los demás o pactan con él o no tienen la voluntad política y la valentía necesarias para enfrentarlo.

Su mentor político –quien por cierto se dice despreciaba a Calderón–, Carlos Castillo Peraza, cuando era dirigente del PAN presumía de que bajo su mandato el partido había ganado la batalla cultural, consistente en mostrarse ante la ciudadanía como el único representante de la honestidad política y la vía democrática hacia el poder, mientras que al mismo tiempo se convencía a la ciudadanía de que el PRI era el partido de la deshonestidad y el autoritarismo, en tanto la izquierda representaba la violencia y el desorden. Con este imaginario –que por lo menos respecto del PAN los hechos han mostrado que es sólo discurso, pues sus gobiernos no se han caracterizado ni por la honestidad ni por el ejercicio democrático–, los panistas arribaron a la presidencia en 2000 y 12 años después, con el derrumbe de su imagen entre la ciudadanía, están en riesgo de perderla.

Por supuesto, Calderón vuelve a equivocarse, su solipsismo le impide ver lo que muchos ciudadanos han empezado a construir, un Nuevo Proyecto de Nación en donde la delincuencia será combatida con una política social que supere el asistencialismo y ofrezca mayores posibilidades de acceso a la salud y la educación a los adultos y los jóvenes; junto con una economía orientada a la producción para el consumo de masas y la creación de empleo, en un país donde la fraternidad y la solidaridad sustituyan a la explotación y la aislada soledad que impide a la sociedad transformarse a si misma. En fin, desde la izquierda hay otras opciones de estrategia en el combate a la delincuencia organizada que, por supuesto, no pasa por la confrontación bélica sino que rescata la aplicación irrestricta de la ley y termina con la impunidad.

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