martes, diciembre 06, 2011

Inútil y grotesca ceremonia : Guillermo Fabela Quiñones



Inútil y grotesca ceremonia
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


Es válido preguntarse qué sentido tuvo el acto escenográfico con el que Felipe Calderón celebró su quinto año de “gobierno”, si lo único que evidenció fue su carencia de ideas y su incapacidad para dar una respuesta razonable a sus críticos, a quienes se niega a identificar. Lo único que logró fue demostrar lo bien que aprendió las mañas del viejo PRI, mismas que tanto repudió el antiguo PAN pero que, ahora en el poder, practica con impudicia y singular cinismo. Con su faraónica ceremonia auto laudatoria, demostró una vez más su falta de una mínima sensatez, pues sus alabanzas en boca propia fueron más que un vituperio para la sociedad mayoritaria.
Se pudo haber ahorrado el costoso acarreo de burócratas de medio pelo, y haber hecho en todo caso un acto privado con su gabinete, particularmente el dedicado a tareas de seguridad, para que lo aplaudieran sin generar el enojo de la ciudadanía que sufre en carne propia las consecuencias terribles de su “guerra” contra el crimen organizado. Otra cosa hubiera sido que convocara a semejante acto para anunciar cambios positivos en su estrategia, o en el equipo que tan malos resultados ha tenido en enfrentar a las bandas delictivas.


Ahora vemos con absoluta claridad el verdadero trasfondo de su “política” anticrimen: crear un ambiente de tensión que permita manipular los procesos electorales a su antojo, dependiendo de cómo se vayan desarrollando. Si no favorecen a su partido, como sucedió en Michoacán, entonces se podrá argumentar que están siendo intervenidos por el crimen organizado, y por tanto son “un riesgo para la democracia”. Así lo dijo: “La intervención palmaria y evidente de los delincuentes en procesos electorales es un dato nuevo y preocupante, un dato al que ningún partido político puede permanecer silente u omiso; es una amenaza para todos y a la que juntos, sin titubeos, debemos cerrarle el paso”.
Es muy curioso que así como el entonces presidente George W. Bush elevó al “terrorismo” como el enemigo número uno de Estados Unidos, a fin de poder instaurar un Estado policíaco que sigue vigente, ahora Calderón siga empeñado en hacernos creer que el crimen organizado es “una abierta amenaza para la democracia”. Si lo creyera la mayoría en el Congreso de la Unión, y aprobara sin más la iniciativa de Ley de Seguridad Nacional, entonces sí la incipiente democracia mexicana retrocedería más allá de los linderos del estado fascista, en los que ahora estamos, para meter al país en un sistema abiertamente dictatorial, donde la regla sería la criminalización de las protestas sociales, que serían cada vez más frecuentes y más firmes.
Lo que sin duda es “una abierta amenaza para la democracia”, es el predominio de los poderes fácticos sobre la sociedad en su conjunto. Son esos grupos oligárquicos a los que sirve dócil y servilmente Calderón, los que buscan a toda costa “reformas estructurales” a su gusto, que les permitan seguirse enriqueciendo sin correr un mínimo riesgo, como los que suelen correr los verdaderos empresarios en cualquier país democrático. De ahí el empeño de Calderón de exigir la aprobación de la reforma laboral fascista, así como la reforma sobre asociaciones público-privadas, con la cual se asegurarían los beneficios a los “inversionistas” privados y los costos y pérdidas para el sector público.
Por otro lado, es realmente grotesco el afán del inquilino de Los Pinos de afirmar sin tapujos que sus logros en materia económica son superiores a los de las súper potencias, cuando es inocultable la debacle económica en que están más de 52 millones de mexicanos que sobreviven en condiciones de pobreza; cuando México y Honduras fueron los dos únicos países de la región que no tuvieron un crecimiento real en el año 2010, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (Cepal); cuando cada año aumenta el número de jóvenes menores de 25 años que ni estudian ni trabajan, el cual sería muy superior si miles de muchachos y hasta niños no se enrolaran en las bandas delictivas.
Habla de sus logros en construcción de infraestructura como si fueran algo extraordinario, cuando es una obligación ineludible del Estado afrontar los requerimientos del país en la materia. No se trata de ninguna gracia ni de un favor que le hace al país, sino de un compromiso ineludible de cualquier gobierno. Cabe puntualizar que antes del neoliberalismo, tal responsabilidad se afrontaba con recursos propios, ahora cada vez más con la participación del sector privado, el cual se lleva la parte del león, con resultados muy nocivos para el país, como lo patentizan las grandes obras públicas en proceso. Con todo, lo que provoca un profundo resquemor, es el afán de Calderón de meter al país en el esquema “antiterrorista” del gobierno estadounidense. Esto nos puede acarrear muy graves consecuencias, la principal: perder lo poco que nos queda de soberanía.

(Guillermo.favela@hotmail.com)

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