sábado, noviembre 19, 2011

Certeza a la Izquierda : Porfirio Muñoz Ledo



Certeza a la Izquierda
Porfirio Muñoz Ledo


Dialogamos con destacados políticos latinoamericanos sobre la democracia en nuestra región. Decíamos que ésta se ha instalado precariamente por la insuficiente densidad de la ciudadanía, la desigualdad ancestral, los déficits estructurales de raíz colonial, la recurrencia del talante autoritario y diseños insuficientes de distribución, equilibrio y descentralización del poder político.
Concluimos sin embargo que en casi todos los países se ha instalado la regularidad de elecciones libres y periódicas, una paz social generalizada y tasas de crecimiento por encima de la media mundial. México resulta una excepción inocultable por la dudosa legitimidad de su gobierno, la corrosión de la violencia, la corrupción afrentosa, el estancamiento económico de tres decenios y el abandono de un proyecto de desarrollo propio e independiente.
La lectura de los diarios nacionales sorprendía a nuestros visitantes: información abrumadoramente negativa e interrogantes fundamentales sin respuesta: un clima de zozobra e incertidumbre. Desde las causas del accidente aéreo, la legalidad en los comicios de Michoacán, la elección de los consejeros del IFE, el escandaloso fraude en Coahuila, la mentira oficial respecto de la recesión y la ausencia de un programa alternativo para detener una guerra estúpida.
En semejante panorama sobresalía la certeza de las izquierdas aglutinadas en torno a la candidatura de López Obrador, la limpieza de los procedimientos y la elegancia de la declinación del Jefe de Gobierno. El anuncio también de una plataforma incluyente y la búsqueda de un nuevo consenso nacional. Lo que algunos han llamado “un reajuste radical de su estrategia”, un “viraje en su discurso político” o “la reinvención de sí mismo”, destinados a derrotar la leyenda negra que se le había endilgado.


La realidad del país se ha tornado en extremo compleja y la sociedad está fracturada. La nación se encuentra crispada y exige un clima de paz, tanto como un talante de serenidad y determinación colectiva: la “fuerza tranquila” de la que hablara Mitterrand. Se ha comparado con las metamorfosis electorales de Lula y hasta de Humala, aunque cabría más pensar en Tabaré Vázquez y José Mújica. Todos ellos pudieron decir en su triunfo: “la esperanza venció al miedo”.
Lo esencial es la convocatoria a un nuevo pacto social para la equidad y el progreso. Su llamado a incorporar en el proyecto renovador a “sectores amplios de las clases medias y empresariales”, abrazar nuevas causas ciudadanas e instaurar nuevos derechos y acudir a la cooperación internacional para el desarrollo. Su invocación a suplantar el odio, la injusticia y la sumisión mediante la construcción de una República “amorosa, con dimensión social y con grandeza espiritual”.
Para ganar y realizar su tarea las izquierdas han de ser plurales y unitarias, con caro perfil ético y rigor programático. Esos valores afloraron en la postulación del candidato. Destacó la noble actitud de Marcelo Ebrard. Refirió que podría haber argumentado su mayor posibilidad de crecimiento que las encuestas sugerían, pero implicó que habrá de utilizarla en el futuro. La división, afirmó, llevaría en cambio nuestra empresa al precipicio.
Se convino además en la creación de un partido frente “capaz de incluir a las distintas organizaciones y movimientos, superar la lucha de facciones que tanto daño han hecho y representar la amplia gama de colectivos, causas y aspiraciones que se han alejado de los partidos de izquierda”. Crear, en suma “una dinámica política colegiada y consensual”.
Respecto de la elección para el gobierno de la Ciudad de México se convino que se hará bajo la orientación del actual titular “en el marco de la legalidad y de la democracia”. Esto es, no mediante disputas dispendiosas, sino por el método irreprochable de las encuestas que ya probó sus bondades.
En las postrimerías del ciclo neoliberal sólo las izquierdas coaligadas pueden inaugurar un nuevo ciclo histórico. De México puede y debe surgir un cambio de rumbo histórico. Esa es la dimensión de la lucha en que estamos empeñados.

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