jueves, octubre 13, 2011

Coalición o colisión : Ricardo Monreal Avila



Coalición o colisión
Ricardo Monreal Avila


Un grupo de 46 intelectuales, gobernadores y legisladores del PAN, PRI y PRD han difundido un desplegado titulado “Por una democracia constitucional”, donde plantean la necesidad de construir mayorías que garanticen acuerdos y el respaldo a los programas del gobierno para responder a los grandes problemas que enfrenta el país.
“Queremos un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una democracia y las conductas cooperativas propias de una República”. Y le ponen nombre a este tipo de sistema político: “Si ningún partido dispone de mayoría en la Presidencia y en el Congreso, se requiere una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban”. Es decir, proponen que México adopte la figura de “gobierno de coalición” o “gobierno de gabinete”, que es una modalidad de los regímenes semiparlamentarios.
Esta propuesta surge en el momento en que desde el PRI y desde el lado del aspirante presidencial más fuerte de este partido, Enrique Peña Nieto, se propone una figura distinta para construir mayorías estables: la eliminación de la cláusula de gobernabilidad, a fin de que el partido que obtenga el mayor número de escaños en una elección del Congreso, de manera automática se le asigne el número de asientos faltantes para obtener la mitad más uno de la Cámara legislativa. Para muchos, ésta no es una mayoría estable, sino una mayoría artificial y artificiosa. Por eso es necesario proponer esquemas alternativos, como los gobiernos de coalición, que sin ser la panacea, sí garantizan la construcción de mayorías institucionales y estables.

Desde 1997, cuando el PRI perdió por vez primera la mayoría en la Cámara de Diputados, la parálisis domina la escena política nacional. A pesar de que todos los actores políticos –el gobierno, los partidos, las iglesias y los sindicatos— dicen querer llegar a acuerdos, y hasta se toman la foto para que no quede duda de la buena voluntad, la realidad es que terminan por imponerse el desacuerdo y la disputa. Aún no llegamos a la ingobernabilidad, ciertamente. Pero hacia allá estamos empeñados en caminar de manera apresurada.
La parálisis tiene su origen en varios factores. Por el lado del gobierno, destaca la falta de operación política, el desigual desempeño de las áreas del gabinete, la llamada “curva de aprendizaje” que conlleva todo proceso de alternancia (sin embargo, esta curva no puede ser muy pronunciada ni perdurar por tiempo indefinido) y el alto nivel de expectativas incumplidas de la actual administración, que impide valorar los avances graduales que se han generado.
Sin embargo, el factor de mayor incidencia en este momento es de orden institucional y electoral. Tenemos un modelo presidencial de gobierno y un sistema electoral mixto, predominantemente regulado por el principio de mayoría relativa. Ambos esquemas parten del supuesto de que, en cada elección, sólo hay dos tipos de actores: los ganadores absolutos y los perdedores absolutos, así sea por la diferencia de un voto.
Este tipo de orden institucional hace que los actores concentren su atención, esfuerzo y recursos en el aspecto electoral de la política, en detrimento de otras funciones como la representatividad social, la gestión ciudadana y la responsabilidad histórica de tener una visión de conjunto, integral y de largo plazo de los problemas de la sociedad. El ganador absoluto está pensando cómo volver a tundirle de manera contundente a sus adversarios, mientras que los perdedores están planeando permanentemente la revancha y volverse ganadores en la próxima contienda. En estas condiciones, el “largo plazo” dura justo lo que tarda en llegar la próxima elección.
¿Estímulos para negociar, pactar y acordar? Ninguno. Los actores políticos se juntan para salir en la foto sólo en la medida en que cada uno de ellos cree sacar alguna raja de provecho, avanzar y dominar al otro. ¿Incentivos para la confrontación, la exclusión y la disputa? Todos los del mundo. Desde el agua que bebemos hasta el aire que respiramos. Desde la deuda pública hasta los recortes presupuestales. Es un sistema diseñado por y para la competencia partidista, no desde y para el acuerdo, el pacto y la visión de la Nación en su conjunto. Tan es cierta esta situación en un sistema presidencialista mayoritario que, a medida que se aproximan las elecciones, se vuelve más atractivo, tanto para el ganador como para el perdedor en turno, disentir que cooperar.
En las elecciones del dos de julio del 2000, por vez primera no hubo ganadores ni perdedores absolutos en una elección presidencial en México. El PAN obtuvo la Presidencia, pero no el Congreso, con lo que se convirtió en un ganador relativo. Mientras que el PRI perdió el primer poder pero conservó el segundo y una buena parte de los gobiernos locales, con lo que se convirtió en un perdedor relativo. Se generó así una forma de equilibrio inédito, que para algunos ha resultado catastrófico, ineficaz e ineficiente, al grado de identificarlo como la causa principal de nuestro actual estancamiento.
Para superar esta expresión atípica del sistema presidencial mayoritario, uno y otro partido ambicionan dejar de ser ganadores o perdedores relativos y adquirir la condición de ganador absolutamente único. Están obsesionados con la elección del próximo año, donde habrán de renovarse la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión. El PAN anhela convertirse en el PAN-Gobierno, mientras que el PRI considera que estaría en condiciones inmejorables para restaurar en el 2012 el PRI-Gobierno. Este sueño literalmente absolutista de panistas y priístas es lo que inhibe cualquier posibilidad de acuerdo político en el corto plazo y mantiene al país paralizado, sin posibilidad de avanzar en las reformas estructurales pendientes.
Debe pensarse en esquemas políticos que estimulen el acuerdo y reduzcan la confrontación. Uno de ellos es el Gobierno de Coalición. Los modelos semipresidencialistas y semiparlamentarios de gobierno tienen figuras que debemos empezar a analizar con detenimiento. Son esquemas que promueven la existencia de ganadores múltiples, la cooperación institucional, los acuerdos multipartidistas y, por supuesto, políticas públicas estables. Debemos evaluar la posibilidad de adoptar el sistema electoral de representación proporcional en la integración del Congreso; la reelección de los legisladores; los gabinetes de coalición; la figura del “jefe de gabinete” y el sistema de federalismo judicial, mediante el cual se reserva la función de revisión de la constitucionalidad de los actos de gobierno a los tribunales centrales y se faculta a las entidades federativas a instituir tribunales de plena legalidad o de última instancia, en asuntos de materia y cuantía local, con lo cual se desahogaría a una Suprema Corte de Justicia actualmente asfixiada por las controversias de los otros poderes y las querellas de los gobiernos locales.
Coalición o colisión. Ese es el dilema de nuestra joven democracia, que hoy presenta el síndrome del agotamiento prematuro: parálisis política, ineficacia gubernamental y desgaste institucional. Mucho hemos caminado los mexicanos para encontrarnos con la desagradable sorpresa de que estamos en el punto de partida. Aún hay tiempo para consensuar un mejor futuro.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala

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