lunes, septiembre 12, 2011

A propósito de las ex fiestas patrias o cómo se cancela el orgullo de pertenencia a un país... :María Teresa Jardí


A propósito de las ex fiestas patrias o cómo se cancela el orgullo de pertenencia a un país...
María Teresa Jardí


Bajando la educación a niveles de convertir a ese pueblo en analfabeta. Vergüenza, a todos, pero de manera profunda a la clase intelectual y política tendrían que dar los niveles a que ha llegado la educación escolarizada como productora de seres incapaces de pensar sin ayuda de la telebasura, también, deseducadora, en nuestro país y si a ello se suma la cancelación de la esperanza y la depresión, que es contrapartida, a los mexicanos no nos queda mucho de dónde echar mano para cambiar las situaciones impuestas por un grupo de canallas.
Y, sin embargo, en la ausencia de banderas y otras chorradas, que ni regaladas, me dice, una marchanta a la que pregunto, ubicada a unas cuadras de mi casa, se quiere llevar la gente que por su puesto, septembrino y móvil, pasa. ¿Y, entonces, les compensa pasar el día ofreciendo lo que ya saben que a nadie interesa? Pues, quién sabe, al dueño, me responde, porque ni siquiera esos puestos pertenecen a esos vendedores. ¿Y saben quién es el dueño? No, pos no, ya sabemos que vamos y nos dan la mercancía y entregamos las cuentas; pero del verdadero dueño, no saben ni los que con nosotros tratan, no es su negocio, ellos, como nosotros son mandados y si quieren que ofrezcamos banderas y pins y colgantes para los coches: los ofrecemos y si no los compran, los devolvemos. ¿Y les pagan? Sí, lo convenido, que es cualquier cosa. Pero en el pueblo, yo soy del Estado de México, también han bajado mucho las ventas; yo vendo sopes y quesadillas y hay mucha competencia y por estos días como que se ponen otros vendedores y mejor, pensamos, que nos conviene venir a vender las banderas... No, pues sí, aunque no se vendan, pienso cuando me despido, de la que a sí misma se llama marchanta.
La depresión, salta a la vista, en la cara de los mexicanos, todo el año, cara de ausentes que como fantasmas por la calle nos cruzamos.


Pero también en la ausencia de banderas en coches, ventanas y fachadas, se percibe el grado inmenso de la desesperanza que al pueblo mexicano ya nos alcanza como forma de sobrevivencia de tránsito resignado por la tierra en tanto la muerte, natural o como limpia, nos alcanza.
Los centenarios y los bicentenarios son motivo de festejos que se reflejan en la cara. No es cualquier cosa haber roto con la condena a ser colonia. Pero así como la Revolución ha pasado, si acaso más interrumpida y más maltratada, su centenario, de largo. El bicentenario de la Independencia no es motivo de celebración, para un pueblo, que, aunque analfabeta, se sabe de nuevo colonizado para peor.
A propósito de las fiestas patrias o de cómo se le cancela el orgullo de pertenencia, a un pueblo, a su país, es la reflexión, supongo, que nos haremos unos cuantos a lo largo de está semana en la que el crimen continuará su limpia y la clase política celebrando entre ella, aunque sepa que no hay nada que celebrar, lo que fue y por su mediocridad y en aras del disfrute de su corrupción infinita, para los mexicanos, quizá, para muchas generaciones, por lo menos a lo largo de este siglo, ya no va a ser. Porque no nos hagamos ilusiones, ni a como estaban las cosas diez años atrás, antes de la llegada de la infame derecha panista, podemos ya volver.

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