lunes, agosto 15, 2011

Recuperar el Estado : María Teresa Jardí



María Teresa Jardí 
Recuperar el Estado 



La corrupción es inaceptable porque cuanto toca contagia. La corrupción es como la humedad que se expande a todos los rincones si no se la controla desde que inicia. La corrupción es como la peste. Basta un caso —tolerado— para que se expanda. 
Pero la corrupción tiene dos partes. Una es la beneficiaria de la misma y no menos importante la que la tolera. La corrupción beneficia a la clase empresarial y a la clase política. Pero la corrupción existe porque la sociedad la tolera y en el caso mexicano, por gigantes sectores, se la admira y se la desea para sí misma. Y debido a esa permisividad por parte de la sociedad ante la beneficiaria de la corrupción es que incluso a la lógica se ha enterrado. 
Lejos de necesitar recetas para “legitimar” a quien usurpa, la UNAM deber comprometerse en buscar las soluciones que remitan a recuperar al Estado mexicano para el pueblo de México. 
Somos un país privilegiado. Tenemos minas y playas. Tenemos ciudades y lugares preciosos y somos un pueblo generoso. Se pudo, y no se hizo porque la corrupción dictó que en otros lados para unos cuantos estaban los beneficios, expandir el turismo a modo de ganar divisas. Se hizo en España una vez acabada la dictadura franquista y funcionó y el estado de bienestar, a la “gringa”, que tampoco es que sea un real estado de bienestar para la mayoría, funcionó a lo largo de muchos años. Y si hoy se cae, amén de que por lo claro que es que la globalización a la gringa no es la receta, en el caso español se debe la caída, al error imperdonable de Rodríguez Zapatero, quien, habiendo entendido que las recetas, que aplican al mundo el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, son las que matan al enfermo, que sin ellas se salva, le bastó una llamada de Obama para acabar hasta con el PSOE como gobierno de España. 
Lo mismo allá que aquí, esa proclividad del humano, incluso universitario, a conformarse con una palmadita en la espalda. 

No se destinaron recursos a promover el turismo porque la clase política decidió mejor repartirse entre ella los bienes de la nación que tendrían que haber servido para mejorar las condiciones de las mayorías. Baste recordar a Diego Fernández de Cevallos y a Punta Diamante, por poner un ejemplo conocido. 
Somos un pueblo generoso que merece una educación escolarizada de excelencia para todos. Pero hasta a los niños privilegiados cuyos padres pueden pagar para que sean bien educados se les cuadricula, incluso obligando, hasta a las universidades, a hacer construcciones cuadradas. 
Somos un país privilegiado con minas de oro y de plata. La moneda mexicana respaldada en esos metales desde siempre pudo ser una moned capaz de satisfacer las necesidades del pueblo mexicano. Hoy se nos informa que desde el gobierno, usurpado, se compra oro a otros países debido a la debacle del dólar y a los problemas que enfrenta el euro. 
¿Por qué comprar cuando se tiene, como propio, lo que se compra? Y peor aún cuando se compra a precio exorbitante lo que se regala a empresas transnacionales. 
Porque a empresas extranjeras, mediante “una corta feria”, para decirlo coloquialmente y en lenguaje que se entienda, la corrupta clase mexicana ha entregado las minas que, como bienes de la nación, son propiedad del pueblo. Y todavía más grave. Cuando es el dueño quien explota, a menos que sea un borrico sin remedio, lo hace de la mejor manera posible, en aras de no contaminarlo, ni destruirlo, ni gastarlo todo. Y en cambio cuando es una empresa extranjera la que viene a hacerlo —y además con todas las ventajas— no le importa ni contaminar los ríos, ni acabar con el agua de los mismos, en el entendido de que en cuanto lo exprima todo, lo que además quiere hacer lo más rápido posible porque se sabe “non grato” para el pueblo al que le consta que se le roba, se largará a hacerlo a otro país con desgobernantes similares a los que ha encontrado en un México que realmente merece otra clase política. 
Recuperar el Estado es la asignatura pendiente que tenemos que aprobar primero los mexicanos, incluso para recuperar la seguridad que se ha puesto en manos de extranjeros hoy también, por la derecha traidora a México. 


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