miércoles, octubre 13, 2010

Rogelio Ramírez de la O : Estados Unidos, China y México

Rogelio Ramírez de la O
Estados Unidos, China y México

Muchos internacionalistas ilusionados con los paradigmas del momento deben estar en shock por los reclamos de la administración y el Congreso estadounidenses a China, la inminente adopción de impuestos compensatorios a las importaciones de ese país, o las propuestas de medidas sobre movimiento de capitales.

También debe sorprenderles lo inerme del FMI y otros organismos multilaterales ante una disputa fundamental entre las dos más grandes economías. Asimismo, las intervenciones en el mercado cambiario por las autoridades de Suiza, Japón, Taiwán y Tailandia para evitar en lo posible la apreciación de sus monedas por causa de flujos de capital especulativos.

En el caso de Brasil, víctima de la confusión, el propio gobierno mexicano criticó su impuesto al flujo de capital especulativo y descartó el uso de cualquier control en México. Parece no estar preocupado por la apreciación del peso, aunque ésta sea artificial, pues no está basada en aumento equivalente de productividad.


Hay un cuestionamiento profundo, desde las economías avanzadas al comercio y al movimiento irrestricto de capitales que hasta ahora se habían confundido como libres. La economía más grande del mundo está en recesión con 10% de desempleo después de haber hecho esfuerzos descomunales fiscal y monetario para inducir una recuperación.

Pero no ha logrado recuperarse ni lo logrará, mientras la segunda economía del mundo (China) y muchos otros países intentan crecer con superávits comerciales y acumulando reservas en dólares. De esto ya están convencidos amplios sectores estadounidenses y europeos y, como pasó en los años 30, impedirán que siga sucediendo.

No les falta razón. China, en particular, entró al libre comercio con una moneda fuertemente subvaluada y así acumuló reservas de 150 mil millones de dólares en 2000 a 2,500 miles de millones en 2010, es decir, del 12% de su PIB al 45%.

Lo natural, según la teoría clásica del comercio internacional, sería que con dicha acumulación su moneda se apreciara, absorbiera más importaciones y eventualmente eliminara el superávit, al mismo tiempo elevando el empleo en el resto del mundo. Pero China no ha permitido este ajuste automático recurriendo a controles de cambio. Al hacerlo ha desplazado mucha producción local del resto del mundo.

México es uno de los mayormente afectados. Nuestro déficit comercial con ese país pasó de 2,700 millones de dólares en 2000 a 30,300 millones en 2009. Entre tanto, desplazó a Europa como nuestro segundo mayor proveedor.

Un cálculo utilizado por el entonces presidente George W. Bush, seguramente discutible, es que cada mil millones de dólares de déficit le cuesta a ese país 13 mil empleos manufactureros de salario relativamente alto. Bajo ese cálculo, el déficit con China puede habernos costado 390 mil empleos o más, dada la naturaleza, más intensiva en trabajo, de nuestra industria.

Bajo esta lógica, para ser competitivo hay que bajar nuestros costos laborales. Pero el problema es que el nivel “competitivo” es el nivel de salario en China más el costo del flete. Para lograrlo habría que deflacionar la economía. Lo que China ha estado exportando al mundo es precisamente deflación. El nivel de vida en muchas economías resiste la baja del nivel de vida; las familias se endeudan, luego pierden sus empleos y no pueden pagar la deuda.

En la actual disputa entre Estados Unidos y China, el gobierno mexicano debería saber que es contraproducente estimular cualquier apreciación del peso, mucho menos festejarla. Tampoco es tiempo de estar negociando más acuerdos de libre comercio.

rograo@gmail.com

Analista económico

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