jueves, septiembre 02, 2010

María Teresa Jardí : Reconocer su fracaso y presentar la renuncia

Reconocer su fracaso y presentar la renuncia
Por María Teresa Jardí


No me dirán ustedes que no preferirían poder ver y escuchar, con un catalejo y audífonos, una sesión del usurpador con su analista de cabecera, egresado, como es obvio, de una universidad de paga y controlada por la derecha. Mientras se ataca por varios y variados flancos a la UNAM, que tanto desprecia, porque envidia a los de ahí egresados, la derecha en general y el usurpador a modo del imperio en particular de manera también obsesiva.
En lugar de las chorradas que hoy dirá Calderón, las que nadie escuchará, ni en el patio lleno de butacas. Aunque Beltrones se haya sentido obligado a renunciar a los chismes de una reunión sin duda más amena, en los chismes perdidos pensará, en lugar de escuchar lo ya sabido. Que si la macroeconomía va muy bien. Que si los ricos cada vez son más ricos. Que si los ricos cada vez son más felices por la limpia de pobres que afean el país. Que si el favorito logró la entrega negociada, a todas luces, de “La Barbie”, no fuera a ser que lo cogieran otros antes y lo ejecutaran olvidando que él es parte del sistema. Que si calderolandia es jauja para cualquier empresario que quiera venir a hacer lo que le venga en gana a costillas de un pueblo que siempre calla.
Que si esto, que si aquello, que si lo de más allá… todo bueno y pletórico de optimismo, incluso cuando se refiera al aumento necesario del derramamiento de más ríos de sangre mexicana, con la destrucción del tejido social que esto trae aparejado, como la obsesión que al usurpador acompaña y, claro, invitando a no ser necios: los necios. Es de suponer que su gabinete y la telebasura, sumando a los otros que tanto han engrosado sus bolsillos con los preparativos, sí disfrutan desde antes “los eventos”. Invitando a los necios a disfrutar el Disneybicentenario como la parte celebratoria de la orgía de sangre que marca el final de lo que los mexicanos soñaron que iba a ser México hace dos siglos. Ni un ápice de sustancia, sin alma ni espíritu… En lugar de rollo. Obsesiones de diván, no me dirán ustedes que no preferirían escuchar, quizá incluso a modo de entender cómo se puede caer tan bajo y seguir pensando que se está en la cumbre. No me dirán ustedes que no es necesario el poder entender la obsesión inamovible que acompaña a Felipe Calderón. Que una bendición debe ser para él, es de suponer. Aunque resulte tan difícil de entender que alguien quiera en el momento final de su vida tener que reconocer que no sólo fue un fracasado en la vida, sino que además se va con las manos chorreando sangre de sus compatriotas mexicanos y sin poderse llevar el dinero que es su único bien acumulado.
Obsesión que es una maldición para el pueblo mexicano y por la que y con la que a México se ahoga en la sangre de sus hijos.
Imposible entender la obsesión de generar violencia y más violencia, sobre la violencia ya lograda.
Imposible entender la no renuncia de Calderón, quien además debe estar convencido de que no va a tener que pagar por tanta muerte canalla.
Quién podrá estar interesado en escuchar el rollo de hoy que, como la crónica anunciada, no tendrá ni un ápice de sustancia y no llevará por compañero ni alma ni tampoco espíritu…
El mensaje de Calderón —ante la imposibilidad de dar un Informe que no se encuentre teñido de sangre— no tendría que tomar más que unos cuantos segundos. Reconociendo su fracaso, tendría que presentar su renuncia. No se salvaría con eso del juicio de la historia ni quizá tampoco de la cárcel. Pero quizá sí de ser defenestrado como otro traidor a México.

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