jueves, agosto 12, 2010

Jaime Ornelas Delgado : La lucha ciudadana

TENDAJÓN MIXTO
La lucha ciudadana

Jaime Ornelas Delgado


“El domador dice que no: / el no tortura a sus bestias. /

Su método infalible es la persuasión, / su recompensa el cariño.”

José Emilio Pacheco.


Con la llegada de los neoliberales al gobierno de la República en 1982, se inició el repliegue y extinción de los ideólogos y teóricos del nacionalismo revolucionario, así como el proceso de desestatización de la sociedad mexicana, lo que corrió paralelo con la pérdida de soberanía. Los gobiernos neoliberales dilapidaron el patrimonio de la nación: la banca, Telmex, la televisión, las líneas aéreas, los almacenes de depósito y muchos otros bienes públicos pasaron a ser propiedad del capital privado nacional y extranjero; en ese mismo proceso, la política económica se sometió a los dictados del Consenso de Washington y se apresuró la integración con Estados Unidos a partir de la firma del TLCAN, que tanto ha contribuido a la crisis en el campo mexicano; de la misma manera, se comenzó el traslado del poder a la nueva oligarquía surgida de las privatizaciones.

Asimismo, se inicia otro proceso: la “desmexicanización” de los mexicanos. En los últimos años, ha comenzado a ser notoria la presencia de los quienes hace algunos años Carlos Monsiváis llamó la “primera generación de estadounidenses nacidos en México”, cuya conducta nos acerca a Estados Unidos y nos aleja de Latinoamérica. Esa generación que sólo sabe ver al norte, perdió su vocación patriótica, desconoce sus raíces, tiene poco interés frente al destino nacional y asume una condición de servidumbre colonial.


Todo esto que es la realidad neoliberal entraña un verdadero peligro para el futuro de México. Este peligro se acentúa, cuando los grupos involucrados en la lucha por el poder político únicamente representan a la derecha y sólo presentan diferencia de matiz, mientras que una izquierda envilecida establece alianzas con sus enemigos históricos, contribuyendo, así, a diluir ante los ciudadanos la alternativa de izquierda. Así se cumple otro anhelo con raíces en Norteamérica: un sistema electoral bipartidista. Por su parte, la derecha apoderada ilegítimamente de la presidencia de la República, que no necesariamente es la misma que tiene el poder, reduce a un solo problema la vida nacional: los delincuentes organizados enfrentados a salvadores mesiánicos.

Después de tres décadas de neoliberalismo, en Puebla por lo menos la propuesta electoral de una oligarca modernizante logró atraer a un sector importante de la población. Sus consignas y propuestas encontraron eco en sectores sociales cuyos intereses, históricamente, los haría incompatibles con los suyos. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que un trabajador coincida con sus opresores y no logre construir un discurso que represente a su propia clase? ¿Qué hace posible la alianza de los explotados con sus explotadores?

Una posible respuesta se encuentra la cultura de la dominación. El destinatario del discurso oligarca, ha sido preparado a través de los aparatos ideológicos del sistema (el aparato cultural, incluida la educación) para aceptar su subordinación como algo natural e inmutable. A los oprimidos se le viene preparando desde el seno familiar (la familia es una venerable institución programada para preservar los valores del sistema) y a través de los medios masivos de comunicación para escuchar y aceptar acríticamente el discurso de sus opresores, que también manejan los aparatos milenarios generadores de ideología como la iglesia, el sistema de legal, los códigos morales; en pocas palabras, la oligarquía tiene el control de los medios generadores de cultura e ideología, tanto como de las técnicas de manipulación y propaganda que le permiten construir la compleja ingeniería del consenso de su dominación que se nos presenta inevitable, necesaria e imposible de cambiar.

Ante esta desventajosa situación, las fuerzas democráticas agrupadas alrededor de López Obrador, que han logrado construir una alternativa viable para México, tienen ante sí la imperiosa necesidad de someter al juicio crítico de la población el proyecto alternativo de nación. La tarea es enorme y hay que iniciarla de inmediato. El tiempo apremia.

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