Jaime Avilés
DESFILADERITO
El hijueputómetro
Un conocido político me contaba la otra tarde que, al
menos hasta hace unos años, Carlos Salinas de Gortari tenía una cajita de
madera, que llevaba a todas partes, y que solía mostrar a sus visitantes para
apantallarlos con su inmenso poder. “Díganme el nombre de un famoso, ya sea
político, periodista, intelectual, locutor, cómico, diva, campeón o lo
que de box, el que se les ocurra”, pedía sonriendo como un mago a punto
de hacer un truco.
“¡Andenle! ¡No lo piensen tanto, díganme el
nombre que sea”, apremiaba a sus invitados, cuando éstos no se decidían por
ningún personaje. Y de repente los tres (suponiendo que fueran tres) hablaban
al mismo tiempo: “Loret”, “Marín”, “Ciro”.
Salinas entonces abría su cajita, que en
realidad era un fichero, y entre tantas tarjetas hallaba las correspondientes a
los aludidos: en cada una conservaba los montos del dinero y las formas de pago
(ya en cheque, ya en efectivo, ya en especie) en que les hubiese hecho patente
su “amistad”.
Y la cajita contenía –contiene
seguramente--, repito, los nombres de toda la clase política y sus
intelectuales orgánicos, sus artistas, sus amantes y un largo etcétera. Pero
una vez alguien le preguntó:
--Enséñame la tarjeta de López Obrador.
Salinas dejó de sonreír y ni siquiera abrió
la cajita.
--No lo tengo.
A raíz de esta anécdota, alguien más sacó a
relucir un instrumento de medición, que se utiliza para averiguar quiénes,
entre las figuras públicas, los “líderes de opinión” y las plumas que firman
artículos y comentarios en la prensa, mantienen algún tipo de vínculo con
Salinas, ya sea por “gratitud” o por miedo. El aparato, que en realidad es
intangible e inconsútil, se llama hijueputómetro.
Si un periodista nunca crítica a Salinas de
Gortari, el hijueputómetro se pone rojo porque gracias al silencio cómplice del
“comunicador”, la maquinita descubre que el tipo en es un lacayo del mero mero
de la dictadura.
Si un historiador se mete con Salinas pero
nomás por encimita, para guardar las apariencias, el hijueputómetro se pone
rosa, pero su coloración irá alejándose de los tonos que representan el calor y
acercándose a los que indican frío, de acuerdo con la actitud de otros sujetos
de escrutinio, hasta llegar al blanco que es símbolo del hielo.
¿Alguien recuerda cuál fue la última vez
que Marcelo Ebrard o Manuel Camacho criticaron a Salinas? ¿O tiene a la mano el
más reciente ensayo de Krauze, o de Castañeda, o de Sarmiento, o de gente así,
en donde aparezca una mención desfavorable al verdadero jefe de jefes?
Como para utilizar el hijueputómetro sólo
basta con apretar un botón imaginario, revisen en los medios nacionales, tanto
impresos como electrónicos que consulten el día de hoy, cuántos opinadores
pondrán en el contexto del sangriento ajuste de cuentas que se está llevando a
cabo dentro del PRI, el asesinato del hijo mayor de Humberto Moreira –ex líder
nacional de ese partido y ex gobernador de Coahuila-- que fue secuestrado el
miércoles en Ciudad Acuña y encontrado muerto horas después, con huellas de tortura
y tres tiros en la cabeza.
Quienes se ocupen del tema y no liguen este
homicidio con la caída de un helicóptero en el estado de México, a bordo del
cual iba un joven hombre de negocios que acababa de comer en casa de Enrique
Peña Nieto, o con las muertes aún recientes de dos diputados priístas –en
Ciudad Nezahualcóyotl, Edomex, y en Hermosillo, Sonora-- y no recuerden a sus
lectores o escuchas que así era cómo se hacían las cosas en tiempos de Salinas,
el hijueputómetro los colocará en su lugar.
Crímenes políticos al por mayor sólo
significan que los ríos de millones de dólares de dudosa procedencia que le
compraron la Presidencia de la República a Peña Nieto y que el IFE y el Trife
no vierono, dejaron muchas cuentas pendientes de cobro, y esos números, como no
cuadran, se traducen en ejecuciones y venganzas al más puro estilo salinista.
Hoy por eso también estaré en Twitter, en la cuenta @Desfiladero132, por si
ocupan.
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