domingo, octubre 07, 2012

Humberto Moreira: la desgracia se volvió tragedia : ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA


Humberto Moreira: la desgracia se volvió tragedia


Luego de haberse regodeado en el éxito político, de haber gobernado su entidad y dirigido su partido, de haber llevado a Peña Nieto a la candidatura priista, Humberto Moreira se cayó del estrellato: Acabó perseguido por el fantasma del fraude financiero en perjuicio del erario de Coahuila y abandonado por su instituto político, vio rota la relación con su hermano y sucesor, Rubén Moreira, y al final la peor de las tragedias –el asesinato de un hijo– lo alcanza cuando el coahuilense está irremisiblemente solo.
El asesinato del hijo del exgobernador de Coahuila fue el tiro de gracia a un político en desgracia…
Dirigente nacional del PRI en momentos clave –la designación del candidato presidencial de ese partido– Humberto Moreira se había servido del poder hasta su máxima expresión política pero acabó defenestrado ante la presión del gobierno calderonista y el abandono que se hizo de él desde la cúpula priista, muy preocupada por su reputación cuando se construía la candidatura de Enrique Peña Nieto.
Humberto Moreira usó, pues, y fue usado, como es norma en el priismo. Y en este último contexto su hijo acabó siendo asesinado.
Como gobernador solía confrontarse con Felipe Calderón: varias veces le recriminó la militarización exacerbada del país. Desde Coahuila ayudó a varios de sus compañeros de partido a ser gobernadores, entre ellos a su hermano Rubén, quien lo sucedió.
Como presidente del PRI consiguió apoyos estratégicos para Enrique Peña Nieto hasta definir su candidatura a la Presidencia. Pero cayó en desgracia al revelarse que como mandatario de Coahuila contrajo una deuda multimillonaria, que en parte se obtuvo gracias a documentos falsos. Entonces sus compañeros de partido lo dejaron solo.
Y ahora su hijo fue asesinado.

Crítico de la militarización, Moreira se convirtió en víctima de la violencia que azota al país y en estos días sobre todo al norte de Coahuila. En sus palabras padece “en carne propia” el saldo de la “guerra absurda” declarada por Calderón al inicio de su mandato.
El miércoles 3, José Eduardo, primogénito del exdirigente nacional del PRI y exgobernador de Coahuila, fue asesinado en un paraje de Ciudad Acuña.
La noticia se difundió con rapidez, sin que hubiera confirmación oficial hasta el día siguiente. En el gobierno de su tío, Rubén Moreira, se cerraron todas las fuentes de información. Dos horas después de la desaparición del joven de 25 años ni siquiera su padre estaba enterado de lo ocurrido y no fue sino hasta que los rumores llegaron a él cuando pudo confirmar la muerte de su primogénito.
Carlos Ariel y Álvaro fueron los hermanos que acompañaron a Humberto en el sepelio. Rubén no asistió. Tampoco los secretarios de su gabinete. Sólo unos pocos alcaldes llegaron a las exequias.
La ausencia de Enrique Peña Nieto y de la mayoría de los gobernadores priistas fue más notoria que las discretas asistencias de algunos peñistas: Sólo acudieron el sucesor de Moreira en el PRI, Pedro Joaquín Coldwell; los integrantes del equipo de transición Miguel Ángel Osorio Chong y Jorge Carlos Ramírez Marín y los gobernadores de Chihuahua, César Duarte, y Zacatecas, Miguel Alonso.
Aunque más tarde el exdirigente priista se reuniría con el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, no hubo nadie del gobierno federal y las condolencias de Felipe Calderón –emitidas durante un acto en Colima– estuvieron acompañadas del anuncio de apoyo federal al estado. Los funcionarios calderonistas, como Poiré y el jefe policiaco Luis Cárdenas Palomino, se reunieron con Rubén en Saltillo.
Mientras en la Ciudad de México los diferentes partidos expresaban su pésame y exigían el esclarecimiento del asesinato, la bancada del PRI en la Cámara de Diputados no declaró nada. Incluso la columna “Bajo reserva”, de El Universal, hizo notar el viernes 5 que “el grupo priista, bajo la conducción de Manlio Fabio Beltrones, ni siquiera pudo dar un pésame en público” como sí lo hizo la bancada panista.
En Ciudad Acuña, en el centro del cortejo, Humberto Moreira devastado, rodeado de su familia y custodiado por efectivos de la Armada, reclamó justicia y advirtió que su hijo era una víctima más de la “guerra absurda” que se vive en México.
En desgracia
El asesinato de José Eduardo Moreira ocurrió en momentos en que su padre cayó en desgracia. Luego de haber acariciado las altas esferas del poder y haberse colocado en la primera línea del equipo de Enrique Peña Nieto, debió salir de la escena pública acusado de contratar de manera ilegal una deuda que ronda los 35 mil millones de pesos cuando fue gobernador de Coahuila.
Antes, en diciembre de 2010, faltando un año para concluir su mandato, anunció que renunciaría a la gubernatura. Abandonó el estado con señalamientos por un nepotismo (todos sus hermanos estaban en actividades públicas) que alcanzaba su mayor expresión en la designación de Rubén como candidato a sucederlo.
Contra Humberto pesaba que durante su gestión ocurrió el desbordamiento de la violencia en la región lagunera, especialmente en Torreón, donde la confrontación entre el Cártel de Sinaloa y Los Zetas se materializaba en matanzas, tiroteos, atentados y secuestros que azotaban en especial a la comunidad empresarial.
En todo el estado la presencia zeta se traducía en extorsiones y desplantes de poder que, sin embargo, no llegaban a los indicadores sangrientos de las demás entidades fronterizas, no obstante el elevado número de desaparecidos. A la violencia Moreira respondía con críticas al modelo de militarización y señalaba la falta de estrategia de Calderón para combatir el problema. (Proceso 1757).
Según Moreira, fue por sus posturas críticas como gobernador que el gobierno de Calderón le retenía participaciones y recursos aprobados para la entidad, además de enfrentar cerrazón al diálogo en el gabinete federal.
(Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1875, ya en circulación)

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