Gobernabilidad: el factor tiempo
Gustavo Gordillo / i
La reciente iniciativa preferente que envío al Congreso
el presidente Calderón parece que terminará como un auténtico parto de los
montes. No satisface a nadie plenamente y ha encendido el encono latente entre
las elites y en la sociedad. Más allá del contenido de la reforma –que no
atiende los problemas estructurales de los mercados de trabajo fragmentados,
dominados por la informalidad y afectando gravemente el futuro de jóvenes y
mujeres– no deja de sorprender la errática estrategia que la presentación de
este proyecto de ley conlleva. No me detengo en cuáles pudieron ser las
motivaciones que guiaron al presidente Calderón puesto que todo su sexenio ha
estado marcado por ocurrencias y dislates, muchas de ellas con graves
consecuencias para la ciudadanía.
En cambio no parece clara la estrategia del presidente
electo. Durante toda la campaña y aún antes insistió en las llamadas reformas
estructurales –por cierto que es indispensable seguir cuestionando la
relevancia de esas específicas reformas y no otras, y de ese supuesto
mayestático de que el país las necesita. Pero a raíz de la emergencia del
movimiento estudiantil #YoSoy132, EPN lanzó una serie de propuestas destinadas
a demostrar su compromiso con la democracia. De esas 10 propuestas derivó
posteriormente lo que se presentó como las tres iniciativas centrales que,
quizás con ingenuidad, se supuso darían el sentido estratégico al nuevo
gobierno: la iniciativa por la transparencia, la iniciativa contra la
corrupción y la iniciativa para la regulación de la publicidad gubernamental.
Parecía que esas tres iniciativas pavimentarían el camino para la construcción
de los consensos necesarios para el ejercicio de gobierno.
Pero el presidente Calderón haciendo uso de la figura de
iniciativa preferente mandó a la Cámara de Diputados la iniciativa de reforma
laboral y a la Cámara de Senadores la iniciativa sobre contabilidad
gubernamental. Se supone que hubo algún tipo de acuerdo previo entre el
Ejecutivo y el equipo de transición de EPN, pero la pregunta sigue siendo por
qué la prisa.
La explicación se encuentra en una campaña de comentaristas
que han sido siempre proclives a impulsar dichas reformas: flexibilizar el
mercado de trabajo, ampliar el IVA eliminando las exenciones a alimentos y
medicinas, y de insinuaciones de asociaciones empresariales poniendo en duda el
compromiso real del presidente electo con las mencionadas reformas.
Si lo anterior es correcto daría una idea muy precisa de
los estrechos márgenes con cuales cuenta el nuevo gobierno para efectivamente
gobernar. Entre las demandas insaciables y ciegas de los poderes fácticos
empresariales, y las no menos insaciables y ciegas demandas de los poderes
tradicionales asentados en el charrismo sindical, pero no sólo ahí;
está una sociedad fragmentada y afrentada, archipiélago de resistencias y
proclive a nuevas expresiones movilizadoras, como lo han sido recientemente el
Movimiento por la paz con justicia y dignidad (MPJD) y el #YoSoy132.
Apenas ayer el Banco Mundial, favorable a esquemas de
privatización de las empresas públicas, advirtió de la necesidad de construir
para la reforma de Pemex un consenso social. Empero se empieza mal cuando esta
primera iniciativa más bien logra generar amplios disensos. Como siempre, se
demuestra que en los procesos reformistas el uso de los tiempos políticos lo es
todo. Valdría pena revisar el texto de Juan Linz El factor tiempo en los
cambios de régimen.
Para las izquierdas es indispensable la construcción de
un polo de oposición positiva. Por positiva no me refiero a
obsecuente con los poderes, sino capaz de proponer alternativas programáticas,
con reivindicaciones históricas –como el rescate del sindicato como instrumento
indispensable para la defensa de los trabajadores– y con un compromiso claro con
la democracia en todos los ámbitos de la sociedad y los gobiernos.
Twitter: gusto47
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