miércoles, octubre 12, 2011

Rogelio Ramírez de la O : Cambio de régimen, la única salida



Rogelio Ramírez de la O
Cambio de régimen, la única salida

El “cambio de régimen” en la literatura económica lo introdujo Thomas
Sargent, por cierto, nuevo Nobel de Economía. Su estudio en 1980 se
ocupó del fin repentino de la hiperinflación en cuatro países europeos,
incluyendo Alemania, entre las dos guerras.

El cambio de régimen sirve a gobiernos visionarios para dar un viraje
fuerte y escapar de la inercia, enfatizando nuevas reglas y sobre todo
su cumplimiento. Resulta necesario en países en donde ya se agotaron las
posibilidades de corregir problemas con cambios de matiz, de personas o
de discurso.

En México el actual régimen se agotó hace mucho y llevó no sólo a la
inercia económica paralizante, sino a la ingobernabilidad. Prueba de la
primera es la baja tasa de crecimiento en cinco sexenios (desde De la
Madrid hasta Felipe Calderón): 2.3% por año.

Un sólo ejemplo de la segunda es el endeudamiento de Coahuila por 196
millones de pesos en 2006 a 32 mil millones en 2011 sin que alguien haga
algo. Como parte de la ironía de un sistema que pretende estar basado en
reglas, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores ahora endureció la
regla para que los bancos no presten tan fácilmente a los gobiernos
estatales. O sea, cerrar la puerta del establo cuando ya se fue el ganado.


A pesar de tantas reglas, nadie tiene la seguridad absoluta de que se
apliquen y de ahí el alto grado de cinismo que hay en la sociedad. Por
ejemplo, los bancos que dieron los créditos tienen comités de crédito,
comités de auditoría, y comités de riesgo, que aparentemente no notaron
nada raro en este endeudamiento.

También hay numerosos juicios entre empresas muy poderosas contra otras
empresas o contra deudores a los que no les pagan, casi todos mostrando
el mismo resultado. Hay reglas, instituciones, comisiones y discursos
abundantes sobre transparencia y “mejores prácticas”. En la práctica no
se aplican.

Esto es lo que ha desplomado el crecimiento de la economía, pues el
crecimiento requiere de inversión y la inversión de certidumbre de
reglas y de su aplicación. Para ello se requiere un Estado comprometido
con el bien común.

Todo lo que observamos todos los días apoya el diagnóstico de que no se
requieren más o nuevas reglas sino aplicar las que ya tenemos, pero de
manera convincente, lo cual no se hace.

El cambio de régimen que se requiere para hacer una economía de mercado
viable es, por lo menos, reducir dramáticamente la burocracia y su
aparato, que estorban a la ciudadanía y a agentes económicos, y, a la
vez, cuestan mucho en su mantenimiento. En segundo lugar, una cruzada
contra la corrupción. En tercer lugar, apoyo decidido (y no
necesariamente subsidios) al sector productivo en el campo y la industria.

No se trata de cambiar todo ni mucho menos la Constitución. Se trata de
un viraje con acciones emblemáticas y notorias en los tres campos
mencionados. Esas acciones, como en los países que estudió Thomas
Sargent, cambian las expectativas de la gente. Se vuelve evidente que ya
no es lo mismo que hasta hace poco y que a partir de ahora la regla que
se aplica es diferente, ahora sí como está escrita. Y eso cambia el
comportamiento de la sociedad. La inversión saltaría y México
recuperaría la alta tasa de crecimiento que perdimos hace varios sexenios.

Las propuestas de un cambio así no van a venir de quienes ya son parte
beneficiaria del statu quo. Por eso llama la atención cómo muchas
propuestas para seguir haciendo cambios cosméticos y “reformas
estructurales” siguen distrayendo a la opinión pública. En el fondo, por
lo vacías de contenido real, no tendrán mayor consecuencia.

rograo@gmail.com

Analista económico

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