martes, agosto 17, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Unidad, pero lejos del “peladaje”

Unidad, pero lejos del “peladaje”
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


La receta parece fácil: “No necesitamos sino unirnos. Si nosotros no peleamos contra nosotros mismos, la guerra está concluida y nuestros derechos a salvo. Unámonos todos los que hemos nacido en este dichoso suelo”. Sin embargo, así como el agua y el aceite no se pueden mezclar, tampoco es posible la unidad en una sociedad tan estratificada como la mexicana, menos cuando el poder es detentado por una camarilla cuyo único propósito en su vida es alejarse lo más que se pueda del “peladaje”. Si nuestra Historia ha sido una sucesión de grandes fracasos se debe, precisamente, a que la elite acaba imponiendo sus intereses al resto de la población, merced a traiciones, componendas, acuerdos oscuros, con la finalidad de salvaguardar sus posesiones y mantenerse alejada de los miserables que cada vez son más.
En realidad, semejante perorata de Felipe Calderón es una burla monstruosa. Su “gobierno” se ha distinguido por ser uno de los que más han impulsado profundas divisiones sociales que se antojan imposible superar. Menos cuando considera que la mejor manera de hacerlo es otorgando dádivas a la ciudadanía, con una obvia finalidad clientelar, no mediante un verdadero proyecto de nación que favorezca una menos injusta distribución de la riqueza, problema de fondo que favorece la profunda división que caracteriza al México de hoy. Sin duda, “la unión de todos los mexicanos es primordial, no sólo para consolidar el Año de la Patria, sino para construir un próspero y más brillante futuro que las generaciones venideras de mexicanos merecen”, según Calderón.

Entonces, ¿por qué no hace algo concreto para lograr medianamente ese objetivo? ¿Por qué actúa con claros propósitos divisionistas, como lo demuestra su odio a los trabajadores? Los hechos patentizan que se ha empeñado en ahondar la división en el país, a partir de que la oligarquía lo impuso de manera fraudulenta para que cumpliera la función de administrar sus intereses. El Poder Ejecutivo se convirtió en una gerencia cuya principal responsabilidad es vigilar que las tasas de ganancias de la oligarquía no disminuyan, sino que se acrecienten. De ahí las decisiones de “política” económica que siguen empobreciendo a las clases medias, cancelando oportunidades a las clases populares, incrementando los niveles de desocupación en el mercado laboral y agravando males sociales concomitantes, como la economía subterránea que se convirtió en la principal referencia para valorar el ritmo de las actividades productivas en el país.
La oligarquía viene por todo en lo que resta de la presente administración, pues no hay tiempo que perder ahora que todo la favorece. De ahí el interés de Calderón en propiciar un clima de supuesta “unidad”, para que haya la percepción de que las famosas reformas estructurales, las que están en marcha y las que falta por implementar, son apoyadas por la sociedad nacional en su conjunto. Sin embargo, es impensable que la población mayoritaria aplauda los aumentos mensuales a los precios de las gasolinas y el diesel, los crecientes gravámenes a los causantes cautivos, la ola de violencia derivada de la descomposición del tejido social más que de la lucha contra el crimen organizado.
Son las terribles consecuencias de la falta de un árbitro imparcial que regule con una elemental justicia las relaciones sociales, a fin de evitar el colapso que se avecina por los excesos en que ha incurrido la oligarquía. Calderón tiene temor a ofender a los oligarcas, como lo prueban sus actos, todos muy favorables a ellos. No tuvo empacho en dejar sin trabajo a 44 mil trabajadores de la extinta Luz y Fuerza del Centro, con tal de quedar bien con unos cuantos poderosos magnates, principalmente Emilio Azcárraga Jean. Tampoco dudó para favorecer a otro Azcárraga, Rogelio, a costa del erario nacional y de miles de empleados de Mexicana de Aviación que fueron afectados gravemente en sus derechos laborales. Menos aún se lamentó de lesionar impunemente a miles de familias de trabajadores mineros con tal de apuntalar los privilegios de otro jerarca multimillonario, Germán Larrea.
Así podríamos seguir enumerando las perversas acciones fascistas de un “gobierno” que parece sacado de un castillo medieval, con la finalidad expresa de imponer un modelo de vida que ya no existe en ninguna sociedad moderna. Lo que más llama la atención es que la misma oligarquía no entienda que a la larga saldrán afectados sus intereses, cuando del Estado fallido y canalla al que nos condujeron a los mexicanos, pasemos al Estado colapsado al que estamos a punto de llegar, como lo advertimos por las noticias que logran colarse en los medios impresos, que revelan un país en plena crisis estructural, situación que reduce las posibilidades de hacer buenos negocios. Buen ejemplo de ello es lo que está ocurriendo en Monterrey, la otrora tranquila y pujante capital industrial del norte. Lo más lamentable de todo esto es que así se le brindan pretextos a la Casa Blanca para meter más sus narices en nuestro país.

(gmofavela2010@hotmail.com)

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