jueves, marzo 04, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Vaya concepto de la democracia

Vaya concepto de la democracia

Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes

No sabíamos que la democracia podía ser clasificada como lista o tonta, ya lo sabemos gracias a la definición que hizo al respecto el secretario de Educación, Alonso Lujambio. Según él, mientras no sea aprobada la reforma política de Felipe Calderón, el sistema político mexicano seguirá inmerso dentro del segundo concepto, porque se “desperdicia el talento de sus políticos”. Para él lo más relevante de la propuesta presidencial es lo relativo a la reelección, pues “los legisladores son obligados a circular permanentemente y no se les permite acumular experiencia”. Tal señalamiento es falso, ya que si hay un país donde los legisladores pueden adquirir experiencia, al pasar de la Cámara de Diputados al Senado y viceversa, en una carrera que sólo la vejez o la muerte ponen punto final, es México.

Es verdad que no son reelectos formalmente, pero en los hechos viene a ser lo mismo, incluso mejor para el propósito de adquirir experiencia legislativa, el salto de una cámara a otra, algunas veces con algún intervalo de remanso de tres años que se aprovecha generalmente en la administración pública. ¿Por qué tanto interés de Calderón en hacer aprobar una reforma que abriría las puertas a un mecanismo que para los mexicanos tiene profundas raíces retardatarias? Porque sería el mayor de los éxitos de su gestión en favor del fortalecimiento de intereses de una oligarquía que sueña con reivindicar un pasado autoritario en el que sus privilegios de clase estaban muy bien salvaguardados.
No hay que olvidar que uno de los principios rectores de la Revolución Mexicana fue precisamente la defensa del sufragio efectivo que frenaba la reelección que legitimaba al grupo porfirista. Si no aprovechan, los panistas en el poder, la oportunidad que ahora tienen, de promover leyes y reformas conservadoras y antidemocráticas, ya no lo van a poder hacer nunca. De ahí su decidido empeño en no perder tiempo ahora que cuentan con una muy importante representación en el Congreso de la Unión, que quizá nunca más vuelvan a tener debido a sus continuos fracasos en el ejercicio gubernativo. En menos de una década demostraron una total incapacidad para llevar a cabo un trabajo eficiente de administración del Estado, que no podrá ser revertido con todas las campañas propagandísticas que se quieran, pues los resultados a la fecha son muy desalentadores, donde quiera que se mire la administración pública.
Según el razonamiento de Lujambio, la democracia mexicana sería “lista” si el Congreso se plegara a los designios de Calderón, tal como sucedió en los tiempos del presidencialismo hegemónico priísta. Sin embargo, esto es imposible hacerlo ahora porque no hay condiciones objetivas, pues esa forma de ejercer el poder se acabó con la alternancia. Esta significó un avance democrático, aun cuando se caminara en reversa, no por culpa del sistema político, sino de un mandatario incapaz de ver las dimensiones históricas que tenía el cambio realizado. Otra sería la situación si la alternancia hubiera sido encabezada por un estadista del tamaño del Presidente Lázaro Cárdenas del Río, no por un voraz refresquero pueblerino al que las circunstancias colocaron en el sitio más encumbrado del país.
La pretendida reforma política de Calderón no tiene sentido así como está, si previamente no se lleva a cabo una profunda reforma del Estado que sirva de marco rector a las reformas políticas que demande la nueva realidad nacional. Cabe pensar incluso en una nueva Carta Magna que sirva de pauta a la transición democrática que conviene realizar, pero de cara al país que deseamos para que vivan en él las nuevas generaciones de mexicanos. Ciertamente, de acuerdo con el gobierno panista, obrar así sería una utopía irrealizable. Por eso es preciso ir paso a paso, deben creer, aprobando reformas superficiales que no pongan en riesgo sus intereses de clase, ni mucho menos abran la puerta a la gran reforma que apuntalará la tan anhelada transición democrática.
Lo que menos desea la oligarquía en el poder es que haya una verdadera democracia en México, ni lista ni tonta, sino verdadera, caracterizada por una más justa distribución de la riqueza, un Estado de Derecho inexpugnable a salvo de la corrupción, oportunidades amplias de movilidad social y respeto pleno a la voluntad ciudadana en el ejercicio del voto. Es claro que hasta ahora no hemos pasado de una mínima capacidad del Estado para organizar elecciones, sin que haya aún capacidad real para hacerlas concluir positivamente, sin conflictos insuperables. Es tiempo de pasar a una etapa más evolucionada del ejercicio democrático, y eso sólo se podrá lograr mediante una reforma del Estado que abarque todos y cada uno de los ángulos que conforman el ejercicio del poder, con la finalidad de que sirva a toda la sociedad, no sólo a los poderes fácticos que controlan el andamiaje del sistema político y de la economía.


(gmofavela@hotmail.com)

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